Filed under: Uncategorized | Etiquetas: Compañía Trasatlántica Española, Marqués de Comillas, peregrinación a la Meca
Eduardo García Osés (*)
El viaje transcurre apacible desde el punto de vista meteorológico, pero lleno de emociones que surgen del encuentro con ese mundo musulmán, tan cercano en distancia y tan lejano en cultura, arte, costumbres, ritos.
Desde antes de la salida del Sol se van poblando las cubiertas de gente, pero antes se han aseado, ya que la oración para la que se preparan les exige limpieza corporal. La marinería, antes de que comience la oración, ha baldeado todo el barco, limpiándolo de salitre y de posibles manchas de humos de la chimenea. A pesar de que ya saben que la Meca está por la proa, se cercioran preguntándolo. De nuevo el conmovedor espectáculo de las postraciones, profundas, en silencio, bajo una cúpula, todavía llena de estrellas.
Al terminar, se van, extendiéndose por todo el barco. Charlan en árabe, pero también hay grupos que se expresan en francés y algunos hasta en español. De nuevo sorpresa para mí. Considero que algo bueno dejó España, aunque con ello no quiera justificar el colonialismo. Pero el bilingüismo es enriquecedor, amplía la mente del niño, del adulto al ver, al ponerse en contacto con otras formas de expresión, otras ideas.
El día es largo, pero lleno de actividades: corros musicales, siguiendo con los instrumentos de cuerda y panderos, algunos cantan arrastrando las cadencias suaves y armoniosas de ese mundo musulmán, tan espiritual y profundo. Otros grupos se refugian en las jaimas montadas en cubierta, y allí, sentados en un mullido suelo, que ellos improvisan, charlan, ríen, fuman una hierba que le llaman kifi, beben té con hierbabuena. Van a comer a los comedores las comidas que a ellos les agradan, que para eso hemos embarcado cocineros árabes: asados de carne, arroz, frutas, etc.

Comedor de tercera clase del trasatlántico "Marqués de Comillas"
Me integro en una jaima con el permiso de ellos, y sentándome participo de sus conversaciones, esta vez en español, que lo hablan fluido. Allí me entero de por qué van a la Meca: el Corán les recomienda visitar la ciudad sagrada, en el mes santo, que es el noveno de año islámico (son meses lunares, o sea de 28 días, por eso en nuestra cronología no cae siempre en el mismo mes). En él, Mahoma recibió la primera revelación del Corán. En cierta gruta de Medina, también ciudad sagrada, se le aparecía el arcángel Gabriel y se lo dictaba. El caso es que habiendo sido conductor de caravanas se cree que era analfabeto: he ahí el gran milagro. También los musulmanes los tienen en su religión. Yo los creía exclusivos de Cristo (año 1959), pero el trato con estas gentes me enriqueció, ampliando mi visión del mundo.
Hablaban con una sencillez, con una firmeza, creyendo lo que me decían, que me empecé a sorprender de la seguridad con la que los cristianos defienden su religión, desconsiderando completamente a las otras. La brújula de mi mente empezaba a dar vueltas, sin poder orientarse, sin pararse en ningún norte, pues no lo encontraba…
Y navegando por el Mediterráneo, con reminiscencias homéricas, porque Ulises vivió su odisea justamente en esta ruta y esperando llegar en dos días a Port Said, entrada del Canal de Suez, finalizamos la singladura sin más novedad.
(*) Capitán de la Marina Mercante