De la mar y los barcos


El puerto de Santa Cruz de Tenerife conmemora el 25º aniversario de la Expedición “Atlantis 84”

Con motivo del 25º aniversario de la partida desde el puerto de Santa Cruz de Tenerife de la Expedición “Atlantis 84”, mañana, viernes, 29 de enero, a las 11,30 horas, será inaugurada una escultura conmemorativa en la autovía de San Andrés, en la intersección con el acceso al barrio de María Jiménez. La iniciativa corresponde a la Autoridad Portuaria, que parece interesada en conmemorar algunos acontecimientos importantes de la historia marítima de Tenerife y cuenta con la colaboración del cónsul de la República Argentina en Canarias, Rubén Buira.

En 1984, durante 52 días de travesía, una balsa con una choza de bambú recorrió las aguas del Atlántico. A bordo, navegaba el coraje, el fervor romántico y la atracción por la aventura épica de cinco argentinos: Alfredo Barragán, abogado; Jorge Manuel lriberri, también abogado; Oscar Horacio Giaccaglia, comerciante; Félix Arrieta, camarógrafo de AIG; y Daniel Sánchez Magariños, ingeniero agrónomo. Todos ellos unidos en la amistad para hacer un viaje de 5.500 kilómetros.

¡Que el hombre sepa que el hombre puede!

Los cinco integrantes de la expedición "Atlantis 84"

La idea de la aventura comenzó cuando Alfredo Barragán, jefe de la empresa, leyó, siendo niño, Las aventuras de la Kon-Tiki, obra donde el noruego Thor Heyerdahl relata el viaje marino que enlazó, en 1947, El Callao (Perú) con la Polinesia. Heyerdahl buscaba demostrar la posible comunicación en lejanas épocas entre América y las islas polinesias. Para esto, atravesó 6.000 kilómetros de océano en la balsa Kon-Tiki (imitación de una antigua embarcación polinesia). Poco menos de cuatro décadas después, un puñado de aguerridos argentinos habría de equiparar la hazaña del noruego.

En su navegación, la Expedición «Atlantis 84» unió el puerto de Santa Cruz de Tenerife con las costas de Venezuela. Su barco con una choza de bambú era una réplica de antiguas embarcaciones africanas. El éxito del viaje demostró la posibilidad de que los habitantes del continente negro hayan arribado hace miles de años a la América Central, donde perdura su posible influencia a través de las famosas cabezas olmecas de rasgos negroides. 

La balsa navega frente a las costas de Venezuela

En los primeros días de navegación -partieron el 22 de mayo- esta balsa de 14 metros de eslora y 5,50 de manga, fabricada con nueve troncos de madera balsa y seis traviesas ligadas todas con fibra vegetal, se vio obligada a navegar con olas de cuatro a seis metros de altura. Atravesaban una zona de vientos, y la balsa era impulsada por la corriente denominada Canarias. Esta corriente marina, que en su trayecto va cambiando de nombre -Canarias, Nordecuatorial y Ecuatorial- era el «motor», junto al viento que recolectaba una vela cuadrada sostenida de un mástil bípode de 10 metros de altura.  

En septiembre de 1983, Barragán y Arrieta viajaron a Guayaquil (Ecuador), en busca de los árboles de balsa «tipo hembra» y libres de corazón de agua que servirían para la construcción en un astillero de Mar del Plata, de la balsa Atlantis. Para ello tuvieron que internarse en la selva ecuatoriana, acompañados por indígenas para dar con estos árboles, iguales a los que en épocas pasadas crecían en la selva africana. Trajeron 20 troncos de 18 metros de largo que sumaban más de 35 toneladas.

La expedición parte del impacto del viaje de la balsa Kon-Tiki

El trayecto Ecuador-Buenos Aires-Mar del Plata lo hicieron en un buque de ELMA. De estos 20 troncos nueve serían los elegidos para construir la balsa y sobre ella simplemente una choza de bambú, caña picada y paja de cuatro metros de largo, de 2,50 de ancho y 1,10 de alto. Y sin timón, igual que las antiguas barcas: solamente la vela y nueve orzas regulables de madera podrían efectuar los cambios en el rumbo.

Troncos, fibra vegetal y caña de bambú-elementos que hace más de 3.000 años  podrían haber utilizado los habitantes de Africa-, junto a alimentos deshidratados de agua mineral española, dos garrafas de 45 kilos de gas cada una, raciones de supervivencia, destiladores de agua, una radio VHF, brújulas, sextantes y cartas marinas. Además toda la expedición quedaría grabada: Arrieta sería el camarógrafo, y los restantes, fotógrafos. Habría trabajo para todos pero también encontrarían momentos para divertirse.  

Hubo dos momentos críticos en la travesía: dos tormentas que amenazaron de muerte a la Atlantis. Olas de más de ocho metros y vientos de 70 kilómetros por hora se opusieron a esta expedición. La primera tormenta duró dos días y fue a los 15 días de la partida de Santa Cruz de Tenerife.

La otra castigó casi al final, cuando ya se había atravesado la mayor parte del océano y los hombres de la Atlantis casi saboreaban el triunfo. Varias ligaduras se soltaron, los troncos crujieron como nunca, la vela fue anulada, y todos se ataron a la nave. Había que esperar que el mar se calmara. No había forma de hacer frente a esa pelea.

«La oceanografía nos volvió a demostrar que cualquier cosa que flote y caiga al agua en las Canarias, es arrastrada hacia las Antillas, a la entrada del Caribe. Esta deriva tarda entre cuatro o cinco meses. Con una vela, este tiempo se acorta», resumió al completar la travesía, Alfredo Barragán, capitán de la Expedición Atlantis 84.

Todos los expedicionarios son de nacionalidad argentina

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