De la mar y los barcos


Cuaderno de bitácora (y X). Regreso a Casablanca y reflexiones finales

El trasatlántico "Marqués de Comillas", coprotagonista de esta historia

Eduardo García Osés (*)

El viaje hasta Casablanca es casi una repetición del de ida, aunque hay que destacar dos diferencias: se lamenta la falta de los 80 que murieron en la peregrinación.

Y así como en el viaje de ida les embargaba un sentimiento de ansiedad por ir a cumplir la recomendación del profeta de visitar La Meca, al menos una vez en la vida, el sentimiento del regreso es de alegría serena, de calma, pues habiendo aceptado  la inevitabilidad de un fin próximo, por la edad, la visita al lugar santo, les refuerza la fe, les consuela. Las conversaciones, refugiados en la jaima, alternadas con la música dulce y  melancólica árabe, están llenas de otra alegría.

Son más creyentes que los cristianos europeos, pues viven la fe, la practican más y uno no es lo que dice, sino lo que hace.

En cuanto a los que regresan, cabe destacar la alegría, la emoción que también sentían  a la ida, pero entonces era un sentimiento de ansiedad el que les embargaba por ir a cumplir la recomendación del Profeta de visitar La Meca, al menos una vez en la vida. Ahora, al regreso les embarga la emoción del precepto cumplido.

Fin de lo que está en el libro “Mar de arena”.

En este momento (1959), lo dicho anteriormente sirve para España, con las limitaciones que impone la geografía: no es lo mismo tener una ventana a Francia, por la que nos entraba un aire de progresismo, a pesar del “bajito de Ferrol”, que con  Irán, país con una cronología muy diferente a la de Francia. Pero salvando distancias somos lo mismo. El rey Saud ha estado en España y se le ha recibido con honores de Jefe de Estado, se le ha agasajado, honrado, glorificado por la prensa, radio, televisión. Y nosotros viendo la realidad de Arabia Saudita, aunque sea por una rendija, ¿qué podemos pensar de quienes honran el crimen? Pues simplemente que son cómplices.

Una vez en Jeddah, el puerto de La Meca, se van a la peregrinación, la cual dura un mes lunar, 28 días; el regreso lo hacen eufóricos, gritan, vociferan y con emoción y gran locuacidad cuentan sus experiencias: la Kaaba, la piedra sagrada del Islam, que habiendo sido blanca en tiempos de Abraham, se volvió negra al ir absorbiendo los pecados de los hombres. Vuelven purificados, y con un poco cuidado que tengan, se han hecho merecedores de ese Paraíso de grandes jardines y fuentes de agua cristalina, con bellísimas huríes para disfrute en la vida en el más allá. Lo de un paraíso lleno de aguas cristalinas y flores, es deseo, ansia  normal, en un país como Arabia, que es un desierto calcinado por el Sol.

Y en cuanto a las mujeres, también el deseo y ansia por ellas, es normal, dado que en demasiadas ocasiones hay quien no puede tener una mujer, porque hay quien tiene cuatro.

No hay vida plena sin amor.

(*) Capitán de la Marina Mercante



Cuaderno de bitácora (VIII). Fondeados en Jeddah

Las cubiertas permanecen vacías a la espera del regreso de los peregrinos

Eduardo García Osés (*)

De nuevo el alba expulsa a la noche, y se empieza a dibujar la linera del horizonte. La humedad tremenda debida al calor, crea un suavísimo tul que quita relieve al paisaje.  De todas formas, la luz suave del principio incendia el cielo, surgiendo llamaradas de un rojo intenso, en los escasos cirrus y cúmulus que flotan allá a lo lejos.

La ciudad, blanca y con fondos de arena, resplandece ante los primeros rayos de sol, y de los minaretes, que lo dominan todo, surge la voz del almuédano llamando a la oración. La falta de ruidos, facilita la difusión del monótono canto. Es bonito oírlo e imaginarse que con él se pone en movimiento un pueblo, que se entrega a Dios desde su despertar. Deben rezar cinco veces al día.

El peso específico de la religión es muy grande y, por supuesto, mayor que en Europa,  donde ya no sé si hay creyentes, o gentes que no se atreven a romper con viejos atavismos. Ya son muchos días los que llevamos fondeados, mientras nuestros peregrinos estarán recorriendo los lugares sagrados del Islam, caminando bajo el sol tórrido de Arabia.  

Leemos, pescamos para pasar el rato, oímos música, charlamos, se juega en cubierta, algunos cantan, y todos piensan en el regreso de los peregrinos para iniciar el viaje a Casablanca de nuevo, y después a España. Algunos se quedarán de vacaciones, después de 11 meses de embarque, y otros, a lo mejor podrán ver a la familia en el puerto de destino.

Entretanto  pensamos,  comentamos, analizamos… no se puede comprender que el régimen que hay en Arabia Saudita sea apoyado por las democracias occidentales. Que lo apoye España lo comprendemos, pero que lo apoyen países que dicen defender la libertad, la justicia, la dignidad del  ser humano, no entra en cabeza humana. Como anécdota, cuando el rey Saud visitó España fue recibido por Franco con todos los honores. Esto lo veía normal: eran relaciones de tirano  a tirano. Pero lo que no podía entender es que lo mismo ocurría en Francia, Gran Bretaña, etc.

Se hospedó en Niza en un hotel con su séquito de 300 personas, en el que iban 18 mujeres para el sátrapa. El hotel tenía unos 700 empleados, y regaló un Omega de oro a cada uno .Un montón de millones, robados a su pueblo ¿Para qué sirve la Interpol? Posteriormente ya vi la farsa que hay en los parlamentos de las llamadas democracias.

Todo es cuestión de intereses económicos. Este comportamiento de los poderes es grave, pues así se erosiona un sistema de convivencia que dio frutos aceptables, y que actualmente se está degenerando. A Churchill se le atribuye la frase “la democracia es el menos malo de los sistemas”. Será verdad, pero eso no quiere decir que no haya que buscar otro en el que se potencia más la justicia, la equidad.

Platón y Aristóteles tratan mucho  acerca de la justicia, y menos de la libertad. Creo que porque cuando hay justicia hay libertad, y Libertad sin justicia, es un sarcasmo. Recuerdo a Álvaro de la Iglesia, cuando para expresar el igualitarismo que debe haber entre los humanos decía con frase gráfica  que “todos los ombligos son redondos “.

Y sin más novedad, finalizamos la singladura fondeados.

(*) Capitán de la Marina Mercante



Cuaderno de bitácora (VII). Divagaciones en el puente de mando (1959)

Eduardo García Osés (*)

Decepcionados por el cúmulo de ilusiones que se derrumban al enterarnos de que no podemos ir a tierra, vamos a organizar el mes de estancia que nos espera. El calor nos aplana un poco, pues todos los días sube de los 40 grados. Las guardias son más relajadas, se lee más, se oye música, se conversa, algunos pescan desde la borda. Tenemos comunicación con tierra a través de la casa consignataria; viene todos los días un joven que la representa: árabe, musulmán, lleno de vida a  sus 28 años, pero castrado  ideológicamente, víctima de un país… nos cuenta cada día y es espeluznante.

Padecen una dictadura criminal, la del rey Saud de Arabia, monarca medieval, ladrón de los recursos del país, pues allí se dice que tiene unos ingresos de «x» millones de barriles de petróleo. Se da por descontado que la riqueza que Alá o la Naturaleza puso allí es suya. Y aunque los ingresos son grandes, no se emplean con el pueblo, sino para derrocharlos en el lujo más escandaloso.

Palacios de mármol con grandes jardines, en sitios en los que la hierba es más cara que el oro, a la vez que el pueblo no sabe ni para que vive. Economía de supervivencia a través de una agricultura de escaso rendimiento, y una ganadería  modesta y cara. Le educación escolar, limitada a un grupúsculo que desprecia a la mayoría. Pero el gobierno de delincuentes que padecen, algo sabe de la importancia que tiene la escolarización cuando no la fomentan.

El puente del trasatlántico "Marqués de Comillas", visto desde el alcázar

Por de pronto, las emisiones de radio extranjeras están interferidas por medios electrónicos y no se pueden escuchar. Nosotros tenemos prohibido regalar ninguna revista o periódico a gente de tierra. Los viernes en la plaza de Jeddah cortan la mano a los ladronzuelos. Bien hecho, así esa mano no volverá a robar. Cuando nos mostramos  horrorizados ante tan tremendo crimen,  nos dicen: “Ahora ¡menos mal¡ pues se les anestesia.” En cuanto a la  mujer adúltera, la matan lapidándola. ¡Espantoso¡ y lo ve el pueblo que asiste al acto en la plaza pública. El Corán condena al hombre adúltero y a la mujer adúltera a recibir 80 latigazos. Pero los dignísimos legisladores aumentan la pena y ¡casualidad! siempre son mujeres las lapidadas.

También observamos que llega un barco de vela dos veces a la semana. Preguntamos a un guardián que contratamos, y nos dice: “Sí, es el barco que viene del Sudán, con chicas para el mercado”. Vamos de trauma en trauma. Se venden las mujeres en el mercado de esclavos. Las sudanesas se caracterizan por su belleza: altas, espigadas, esbeltas, de facciones delicadas, bonitas, con ojos muy brillantes y expresivos. Y van al mercado para que las compre el que tiene dinero, y que por eso, tiene ya cuatro esposas y las concubinas que pueda comprar. El confidente que tenemos, a sus 35 años, no tiene mujer, ni posibilidades.

Los días transcurren apaciblemente, con poco que hacer y nos sentimos absortos, sorprendidos por el horror que nos transmite la gente con la que tratamos. Los capítulos del Corán empiezan así: “En el nombre de Alá, clemente y misericordioso” ¿Cómo justificar entonces el trato inhumano y el egoísmo sin límites de sus clases gobernantes?. También de la mansedumbre de Cristo salió la Inquisición.

Y sin más novedad finalizo las divagaciones de hoy.

(*) Capitán de la Marina Mercante



Cuaderno de bitácora (VI). De Suez a Jeddah (1959)

Eduardo García Osés (*)

Salimos del canal de Suez, dejando esta ciudad por estribor. Vemos a la gente en la orilla, cruzando saludos con el pasaje, que aún son más calurosos, al reconocerse de la misma raza, religión, etc. En la misma orilla, una mezquita preciosa, de esbelta figura, con su grácil  minarete, atrae  la atención de los pasajeros, y hasta cesan en el bullicio que les envuelve, cayendo en un respetuoso silencio.

Dura un minuto, que es lo que tardamos en dejarla atrás. Y ya entramos en el Golfo de Sinaí, antesala del Mar Rojo. La gente se emociona por entrar en la última etapa del viaje. Están ansiosos por llegar y vivir el anhelo de toda una vida. Emoción que culmina con la aparición del caserío, blanco y luminoso de Jeddah. ¡Ahí está la tierra del profeta, que aunque para ellos no es Dios, como Cristo para los cristianos, lo respetan de igual manera.

En las charlas bajo la jaima estoy disfrutando de las enseñanzas de esta gente devota, humilde, sencilla, creyente en lo que dice, con una fe sin fisuras, firme, ¿digna de envidiar? Mi fe, hace años que se resquebraja. Y a ello contribuye la conducta de las dignísimas jerarquías de la Iglesia española: Quiroga Palacios, Morcillo, Herrera Oria, Fray Justo Pérez de Urbel, etc., colaboran, apoyan a un régimen fascista, represor, que coarta todo tipo de libertades  y que funciona con un dogmatismo abominable. En esa Iglesia no puedo creer, y de ahí a perder la fe en la religión, hay un pasito. Veo claramente que tampoco ellos creen. No obstante no aceptan que tú no creas, les interesa que el pueblo, que los pueblos crean. Ser ateo en una sociedad teísta, es síntoma de independencia intelectual, y eso no se acepta por los poderes constituidos. Quieren gente que no piense, que no cuestione el orden social, político, como cuando el derecho divino de los reyes: Dios los ponía y sólo a él le tenían que dar cuenta.

La ciudad de Jeddah, unos años antes del viaje del "Marqués de Comillas"

Nos acercamos al puerto, blanco, más que en la distancia, y el caserío parece de los belenes de navidad, con azoteas en casas bajas, generalmente de una planta. Algún alminar destaca en la ciudad, irguiendo su esbelta figura al cielo azul, eternamente azul, en un país en el que no llueve casi nunca, y que cuando lo hace es en forma torrencial, erosionando la tierra, formando tremendos cauces que se resecan enseguida.

La gran sorpresa es que no atracamos: fondeamos y el pasaje va a ir a tierra en lanchas. El consignatario nos informa de ello y de las limitaciones que nos imponen: ningún tripulante podrá pisar tierra, no se podrá dar ningún periódico o revista a ninguna persona del país, ni escribirles ningún tipo de cartas. Todas las comunicaciones con el exterior se realizarán a través del consignatario, el cual estará siempre en contacto con el barco, para atender a las necesidades del mismo.

Nuestra desilusión, nuestro disgusto, no pueden ser mayores. Adiós a nuestros proyectos de visitar la Meca, Medina, la Kaaba, y nos esperan 30 días fondeados, porque tenemos que devolver a Casablanca a los peregrinos traídos. A todo esto  la emoción del pasaje es indescriptible, al verse en la tierra del profeta. Y fondeados,  organizando el desembarco del pasaje a las lanchas, finalizamos la singladura  sin más novedad.

(*) Capitán de la Marina Mercante



Cuaderno de bitácora (V). Del canal de Suez a Jeddah (1959)

Eduardo García Osés (*)

Llegamos a Port Said al amanecer de un día luminoso de julio. El paso del Canal es de una gran emoción  para todos. Entrando a estribor vemos la estatua de su constructor Fernando María de Lesseps, derribada de su pedestal. El pueblo la derribó a raíz de la intervención militar anglo-francesa el año 1956, a causa de la nacionalización del Canal por Nasser. Fue uno de los últimos actos de agresión colonialista. La URSS frenó la invasión, y esta vez, cosa extraña, coincidió con los EE. UU.

El paso del canal se realiza en convoy, por lo que a la llegada se fondea en  espera de que haya el número de barcos requeridos para formarlo; pueden ser 30, 40, 80… Y en fila india y separados media milla uno de otro, se inicia el paso. Como es de una sola vía, debido a la estrechez  (unos 60 metros ) el cruce del convoy que va de Port Said al Mar Rojo, con el que va de Suez al Mediterráneo, se realiza bien en Ismailía o en los lagos Amargos, que integrados en el canal le dan más anchura. A veces uno de los convoyes debe parar en esos ensanchamientos hasta que pase el otro. De cuando en cuando vemos barcos hundidos, que dificultan aún más  el ya de por sí difícil paso. Nasser hundió 40 barcos para cerrar el canal, ante la intervención militar citada. Y en el momento en que pasamos  el canal  han sido reflotados casi todos.

Sorprende la cantidad de chatarra militar, tanques destruidos, restos de pequeños caserones calcinados, y ¡curioso¡ los soldados que hacen guardia y pasean a lo largo del canal llevan el traje típico de camuflaje, que en la selva camuflará, pero en el desierto lo que hace es resaltar mejor el blanco. Pienso que habrá sido un regalo de los judíos. Es verdad que del enemigo, ni agua.

El Canal de Suez, a vista de satélite

De nuevo me deleito sentado con los pasajeros en la jaima; casi todos se llaman Mohamed, viene a ser como nuestro Pepe, pero más abundante. Disfrutan  del viaje con la novedad que supone ir en un barco grande, con tantas cosas y ambientes cambiantes. Tomamos té con hierbabuena, fumo con ellos de sus alargadas pipas.

Al llegar a Yeddah se iniciará el mes de ayuno, que es relativo, pues no podrán comer, ni beber, ni fumar, ni el otro er, desde la salida del Sol hasta su puesta. Claro que es duro, pues en esas horas es cuando realizan toda la dureza de la peregrinación, a pie, por el desierto. Les comento lo curioso que resulta para los europeos la chilaba, los ropajes anchos que usan. Me hacen comprender que son ropas adecuadas al clima, blancas y frescas, para protegerse del viento y de la arena.

Me hablan de la Meca, la ciudad sagrada de Islam y en la que nació Mahoma. En ella está la Kaaba, piedra cúbica, negra, que ya existía en la época de Abraham y que según dicen es la cara de Dios. ¿Nos podemos asombrar los cristianos de eso, cuando nosotros decimos que una hostia es Dios? Uno de ellos, ante mi incertidumbre manifiesta, me dijo sereno: “Esto es verdad, como que la piedra es dura”.  Bajo la lona que nos cubre e iluminados por los faroles de petróleo, que tiemblan ligeramente al mecerse en suave balanceo, parecemos un cuadro de misterio, de fábula, de cuento de “Las mil y una Noches”.

 Y sin más novedad finalizamos la singladura.

(*) Capitán de la Marina Mercante.

Foto: NASA (a vista de satélite)

 



Cuaderno de bitácora (IV). Singladura 3ª de Casablanca a Jeddah (1959)

Eduardo García Osés (*)

El viaje transcurre apacible desde el punto de vista meteorológico, pero lleno de emociones que surgen del encuentro con ese mundo  musulmán, tan cercano en distancia y tan lejano en cultura, arte, costumbres, ritos.

Desde antes de la salida del Sol se van poblando las cubiertas de gente, pero antes se han aseado, ya que la oración para la que se preparan les exige limpieza corporal. La marinería, antes de que comience la oración, ha baldeado todo el barco, limpiándolo de salitre y  de posibles manchas de humos de la chimenea. A pesar de que ya saben que la Meca está por la proa, se cercioran preguntándolo. De nuevo el conmovedor espectáculo de las postraciones, profundas, en silencio, bajo una cúpula, todavía llena de estrellas.

Al terminar, se van, extendiéndose por todo el barco. Charlan en árabe, pero también hay grupos que se expresan en francés y algunos hasta en español. De nuevo sorpresa para mí. Considero que algo bueno dejó España, aunque con  ello no quiera justificar el colonialismo. Pero el bilingüismo es enriquecedor, amplía la mente del niño, del adulto al ver, al ponerse en contacto con otras formas de expresión, otras ideas.

El día es largo, pero lleno de actividades: corros musicales, siguiendo con los instrumentos de cuerda y panderos, algunos cantan arrastrando las cadencias suaves y armoniosas de ese mundo musulmán, tan espiritual y profundo. Otros grupos se refugian en las jaimas montadas en cubierta, y allí, sentados en un mullido suelo, que ellos improvisan, charlan, ríen, fuman una hierba que le llaman kifi, beben té con hierbabuena. Van a comer a los comedores las comidas que a ellos les agradan, que para eso hemos embarcado cocineros árabes: asados de carne, arroz, frutas, etc.

Comedor de tercera clase del trasatlántico "Marqués de Comillas"

Me integro en una jaima con el permiso de ellos, y sentándome participo de sus conversaciones, esta vez en español, que lo hablan fluido. Allí me entero de por qué van a la Meca: el Corán les recomienda visitar la ciudad sagrada, en el mes santo, que es el noveno de año islámico (son meses lunares, o sea de 28 días, por eso en nuestra cronología no cae siempre en el mismo mes). En él, Mahoma recibió la primera revelación del Corán. En cierta gruta de Medina, también ciudad sagrada, se le aparecía el arcángel Gabriel y se lo dictaba. El caso es que habiendo sido conductor de caravanas se cree que era analfabeto: he ahí el gran milagro. También los musulmanes los tienen en su religión. Yo los creía exclusivos de Cristo (año 1959), pero el trato con estas gentes me enriqueció, ampliando mi visión  del mundo.

Hablaban con una sencillez, con una firmeza, creyendo lo que me decían, que me empecé a sorprender de la seguridad con la que los cristianos defienden su religión, desconsiderando completamente a las otras. La brújula de mi mente empezaba a dar vueltas, sin poder orientarse, sin pararse en ningún norte, pues no lo encontraba…

Y navegando por el Mediterráneo, con reminiscencias homéricas, porque Ulises vivió su odisea justamente en esta ruta y esperando llegar en dos días a Port Said, entrada del Canal de Suez, finalizamos la singladura sin más novedad.

(*) Capitán de la Marina Mercante



Cuaderno de bitácora (III). Singladura 2ª de Casablanca a Jeddah (1959)

Eduardo García Osés (*)

La mar está llana, de un azul intenso, como el cielo; los peces voladores salen bruscamente del agua, rompiendo la tersura de su superficie, ascienden a unos ocho  metros, vuelan rasando la mar, alegrando la mañana con su aleteo rápido y grácil como el de las libélulas, a la vez que el sol produce en ellos reflejos de  plata.

El pasaje sigue en cubierta y el ambiente es alegre y relajado. Unos rodean a los grupos musicales, otros sentados  en el suelo, mullido con ropas y tapices, charlan  y, sobre todo escuchan: la mayoría escucha más que habla. Son coherentes con nuestra anatomía  que nos dio solo una boca y dos oídos. En nuestra querida España abunda lo contrario: hablamos más que escuchamos. Y ello no suele ser bueno, pues normalmente el que habla más no suele ser el que tiene más que decir.

De repente… se avista la costa española. La gente se arremolina en la banda de babor. Se levantan, corren, se agitan, señalan, se empujan, explica uno al otro: ¡Tarifa¡ ¡Tarifa¡. Aquí es donde hablan los viejos, no todos, y algunos jóvenes. Las chilabas flamean en la brisa y los ojos siguen la dirección de los brazos rizados al viento, que señalan la punta. Ansiosos estiran los cuellos para ver más lejos,  más allá. Y enseguida, un pequeño cono rocoso empieza a asomar por el horizonte.

El Peñón de Gibraltar, visto por la banda de babor

Un marinero que está entre ellos les ayuda: ¡Gibraltar, el Peñón de Gibraltar¡ y poco a poco va creciendo. Lo miran, se alegran, se asombran del fenómeno geológico que supone esa roca imponente emergiendo de la mar. Y un viejito de barba blanca les dice: sí , Gibraltar, ese nombre viene de las palabras árabes Jabal Tariq que significan monte Tariq, y es en honor del general Tariq, que el año 711, desembarcó aquí, iniciándose así la entrada de los musulmanes en la península ibérica. Muchos no lo saben y escuchan atentos. En la cara del viejo hay placidez y en las de los jóvenes y menos jóvenes, curiosidad. Pobres pueblos en los que se mata el afán de saber, el afán de superación. Podrá uno ser analfabeto, pero si tiene afán de saber, puede ser sabio.

Y otro explica: si, esa tierra tan hermosa, toda llena de bellísimos jardines, de fuentes de agua cristalina, de hermosísimas mujeres, similar al paraíso de Alá, fue la de nuestros padres. ¡Al Andalus, Al Andalus¡ Sí, la de nuestros padres, desde el año 711 hasta 1492. Intervengo en la conversación y me hacen comprender lo que entonces yo no comprendía: que la expulsión de los musulmanes fue un acto canallesco, pues se les expulsó de su patria. ¿O acaso no era su patria habiendo vivido en ella casi ocho siglos? Pero el patrioterismo que  nos inculcaban en las escuelas, nos llevaba a alegrarnos de esa expulsión y a considerarla buena, justa. Ellos, desde el primer momento, respetaron la religión cristiana, y ello facilitó que el dominio de la península se consumase, casi en su totalidad en cinco años.

El día es brillantísimo, veo en mi mente las columnas de Hércules, de plata, que pusieron los fenicios para indicar el fin de la zona navegable; una, en lo que hoy es Ceuta y la otra en Gibraltar. Y así, hablando, unos enseñando, otros aprendiendo, y todos proyectándose en el mes que les espera en  Arabia, entramos en el Mare Nostrum de los romanos, y hoy de los bárbaros de siglo XX: los EE.UU.

Finalizamos sin más novedad.

(*) Capitán de la Marina Mercante



Cuaderno de bitácora (II). De Casablanca a Jeddah (1959)

Eduardo García Osés (*)

La noche es estrellada, sin luna, por lo que brilla el firmamento en todo su esplendor. Destaca en estas noches el Triángulo del Verano, formado por las estrellas Altair, Vega y Deneb; la más brillante es Vega, que dentro de 23.000 años ocupará el lugar que hoy ocupa la Polar. Vega, azul y rutilante, está a 25 años luz mientras que el Sol lo tenemos sólo a ocho minutos, como quien dice, ahí mismo.

Paseo despacio, tranquilo, por el alerón del puente y  contemplo el cielo, consciente de que navego en una nave espacial que se llama Tierra. Percibo su movimiento de rotación, fruto de años y años de observación… Esa consciencia no es posible en las ciudades, pues, en ellas no existe el cielo. Aún es noche cerrada, y se empieza a ver gente en cubierta. Algunos suben al puente a preguntar por dónde sale el Sol. Tienen que rezar a la salida del Sol, mirando a la Meca, así que se preparan con tiempo. En pocos minutos, una tenue claridad empieza a dibujar la línea del horizonte; los musulmanes lo perciben enseguida, y se avisan unos a otros. “La Aurora de los rosados dedos empieza a asomarse”, como se dice en la Odisea, se torna pronto en un  rojo violento, anuncio del disco solar, presagio de un día luminoso de verano.

El pasaje en cubierta empieza a situarse para la oración. Forman hileras ordenadas, cada uno despliega una pequeña alfombra delante, se quitan las babuchas, que dejan a un lado, y situándose sobre ella, comienzan las postraciones, llegando a tocar el suelo con la frente una y muchas veces, con gran devoción e irradiando espiritualidad. Con las chilabas blancas, cubriéndolo todo, el aspecto de este oratorio es de solemnidad impresionante, mucho más cuanto que la cúpula de improvisado este templo es una, tan maravillosa, que ni la de la Capilla Sixtina de Miguel Ángel la puede igualar: me refiero el cielo azul de un día resplandeciente.

Cubierta del buque "Marqués de Comillas", vista desde popa

Creo que es una buena forma de comenzar el día, desde el punto de vista del ejercicio físico. Con el moral no me meto, pues es la conducta de ellos el que me lo va a dar. De devociones que son puro teatro, sabemos mucho los que vivimos en los países cristianos. A todo esto, el Sol ya irradia vida a raudales  y recogiendo la alfombra se van, se extienden por las cubiertas, salones, comedores.

El día invita al paseo, al disfrute de la naturaleza, de la charla con el amigo, con el conocido, con el viejo, todo sensatez. Se forman corros, ¿qué pasa?. Sacan instrumentos de cuerda, también unos panderos, se colocan, les rodean y empieza a sonar una música armoniosa,  con ese deje oriental, melancólico, lleno de poesía y espiritualidad. Algunos cantan, ¿hay reminiscencias de Al Andalus?. Y la mañana transcurre alegre, ruidosa, y muestran un gran interés por ver el Estrecho de Gibraltar.

Nunca lo han pasado, nunca lo han visto, y saben que en pocas horas van a estar entre los dos Continentes. Uno, que les dominó con el engaño de civilizarlos, y el suyo, explotado, humilde, pobre, con unas oligarquías al servicio del primero. Menos mal que Alá les protege, que si no les llega a proteger… Como en el chiste, solo les falta que les dejen “preñaos”.

Y sin más por hoy, próximos al paso del Estrecho, les dejo, sin finalizar la singladura.

(*) Capitán de la Marina Mercante