De la mar y los barcos


Los barcos fruteros de Fred. Olsen

A Guillermo van de Waal

Juan Carlos Díaz Lorenzo

Desde el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, en septiembre de 1939 y hasta que Noruega fue invadida por las fuerzas alemanas en abril de 1940, Fred. Olsen mantuvo la línea frutera entre Canarias e Inglaterra. Sin embargo, el curso de los acontecimientos forzó su retirada junto con las navieras inglesas y las danesas Torm y Lauritzen, tomando el relevo una compañía española, Naviera Aznar, que emplazó los vapores Monte Bizcargui, Monte Banderas, Monte Bustelo y Monte Abril. Pese a ello, la intensificación de la campaña submarina alemana también obligó a la naviera bilbaína a suprimir su servicio y hasta 1945 las Islas quedaron privadas de las líneas fruteras tan esenciales para su economía.

La exportación platanera sufrió entonces un serio colapso. En 1940 se perdieron los mercados de varios países -entre ellos Alemania, que había sido el más importante hasta el año anterior, así como Suecia y Marruecos- y se mantuvieron los de Bélgica, Dinamarca, Holanda, Inglaterra y Suiza, aunque con importantes reducciones en el volumen de fruta exportada, produciéndose un aumento tan sólo en el caso del país alpino.

Durante la contienda, el grueso de la producción platanera estuvo destinada a la Península y al abastecimiento local, ocupándose del transporte entre las islas y desde los tenederos, fondeaderos y «muellitos» de su itinerario los pocos barcos que quedaron activos de la flota canaria, pues al igual que había sucedido en el anterior conflicto, una parte de los pequeños vapores –Isla de La Gomera, Isora, San Juan II…- fueron vendidos a armadores peninsulares y algunos a intereses del Eje.

En abril de 1940 los barcos de Fred. Olsen se encontraban navegando por medio mundo y los que en esa fecha no estaban en aguas patrias o en puertos ocupados por el enemigo, pasaron a formar parte del servicio aliado. Cuando acabaron las hostilidades y llegó la hora del recuento, la compañía noruega había perdido un total de 28 barcos, entre los que figuraba el frutero Breñas, hundido por un submarino alemán el 6 de agosto de 1942, en aguas del Caribe.

La situación de la Marina Mercante española era dramática y nuestro país no disponía de buques adecuados para la exportación frutera. Además, España y el Reino Unido se negaban mutuamente los permisos para establecer las líneas internacionales. Los exportadores canarios dedicados al cultivo del plátano y el tomate acudieron a Thomas Olsen y éste apostó de nuevo por Canarias, destinando una parte de su flota a la línea de Inglaterra, primero y del continente, después, a medida que las circunstancias lo permitieron.

De modo paralelo se produjo la reapertura de los mercados extranjeros y se enviaron de nuevo plátanos a antiguos compradores, caso de Bélgica, Dinamarca, Francia, Italia, Noruega, Suecia y Suiza, en cantidades pequeñas que fueron incrementándose progresivamente hasta que en 1950, por ejemplo, Inglaterra se había convertido en el principal comprador, oscilando entre el 65% y 80% del volumen total.

El sistema de comercialización hacia el exterior tuvo, asimismo, un papel singular, siendo significativo el protagonismo de la CREP, con ventas en firme. Durante años se practicó la modalidad de la entrega de la fruta al costado del barco a las compañías compradoras, con un tipo de contrato que presentaba múltiples dificultades. La más destacada era que al pagar la fruta de manera uniforme con un mismo precio para toda el conjunto, los exportadores no seleccionaban adecuadamente la que enviaban al exterior o incluso entregaban la peor fruta para la exportación, cuidando la mejor para el mercado peninsular a la que se vendía en consignación.

Ello motivó un grave deterioro en el exterior de la imagen del plátano de Canarias, produciéndose situaciones como la del mercado sueco, que se negó a renovar el contrato con Tenerife y Gran Canaria, aceptando únicamente plátanos de La Palma, dada la calidad de la fruta entregada en la década de los cincuenta y la picaresca constante de los exportadores de las otras islas.

A comienzos de la década de los sesenta se produjo la apertura de nuevos mercados plataneros en otros países europeos -Finlandia, Noruega e Italia-, así como Marruecos, hasta que a mediados de la década de los sesenta comenzó el declive de todas las exportaciones al extranjero. Entre 1970 y 1972, el volumen de exportación platanera apenas alcanzaba el 10% y a partir de ese año, el 1,5% de la producción total. En 1976 se colocaron poco más de 3.500 toneladas de plátanos en Argelia, único año en el que hubo exportación de Canarias hacia ese país y en 1978 se suspendió definitivamente el envío de plátanos al exterior.

Fred. Olsen

Apenas finalizada la guerra, la contraseña de Fred. Olsen volvió a ondear muy pronto en los puertos canarios y el 22 de octubre de 1945 arribó al puerto tinerfeño el buque Bajamar, que llegó procedente de Charleston, seguido del Bañaderos, que venía desde Mobile. Sin embargo no sería hasta marzo de 1946 cuando se restableció plenamente el servicio frutero a cargo de los buques citados más su gemelo Betancuria, incorporado en el mes de abril, en que arribó procedente de La Habana.

A partir de abril de 1947, el servicio se reforzó con los buques Bengazi, Baalbeck y Braga, pertenecientes a la flota del Mediterráneo. Mientras tanto avanzaban los planes de nuevas construcciones contratados en diversos astilleros, entre ellos el de Akers, en Oslo, propiedad entonces de la familia Olsen. Entre los nuevos buques, en octubre de 1948 se produjo la entrega del frutero Bruno, seguido en marzo de 1950 de su gemelo Bencomo, considerados ambos los mejores buques de su clase que entonces tenía el tráfico frutero de Canarias y durante años marcaron la excelencia en el servicio.

La motonave "Breñas" se perdió durante la II Guerra Mundial

Carga de plátanos al costado de la motonave "Bañaderos"

La motonave "Betancuria", en el puerto de Santa Cruz de La Palma

El tráfico de Canarias exigía esfuerzos considerables. Las nuevas motonaves, pese a su modernidad, no eran suficientes para cubrir plenamente las necesidades, razón por la cual, a partir de 1949, se hizo necesario reforzar el servicio con otras unidades de las líneas del Mediterráneo, entre ellos los buques Borealis, Bysanz, Balblom y Baldrian y, a partir de diciembre de 1950 y marzo de 1951, con los nuevos Bohemund y Bayard, si bien el primero navegó poco tiempo en la línea de Canarias, pues poco después sería transferido al servicio entre Italia y Londres.

El objetivo principal de Fred. Olsen consistía en asegurar que cada línea estuviera atendida por los buques más adecuados. De ese modo, las unidades para las líneas del Pacífico, América del Sur, Mediterráneo, Canarias y Marruecos disponían de grandes bodegas refrigeradas, con aire acondicionado y ventilación eléctrica para el transporte de carnes, pescado, frutas y productos lácteos e incluso probaron unos pequeños contenedores frigoríficos que estaban disponibles para partidas reducidas. Las escotillas fueron dotadas con tapas MacGregor y grúas hidráulicas para realizar en mejores condiciones las operaciones de carga y descarga.

Los nuevos barcos de las líneas del Mar del Norte fueron construidos para una manipulación completamente mecanizada o carga paletizada por medio de grúas y puntales y a medida que los astilleros fueron entregando los buques contratados desde finales de la década de los cuarenta y comienzos de la siguiente, la capacidad y la frecuencia de las salidas se incrementó considerablemente.

En 1958, Fred. Olsen & Co. contaba con una flota de 58 barcos, que era el mismo número de unidades que tenía antes de la guerra, aunque las cifras del tonelaje eran bien diferentes, ya que en ese año sumaba unas 270.000 TPM (toneladas de peso muerto) frente a las 185.000 TPM de 1939. El 1 de enero de 1965, la compañía poseía una flota de 60 unidades, que totalizaba 372.672 TPM y otros once buques, con un registro de 232.850 TPM estaban en construcción para su entrega entre 1965 y 1966.

La expansión de Fred. Olsen en el área de las líneas regulares conoció a partir de entonces un constante progreso. En 1948 se inauguró un nuevo servicio entre Marruecos, Dieppe y Southampton y en 1951 adquirió la compañía Nordenfjeldske, que atendía una línea denominada Nor-Med con escalas en Londres, Amberes y los puertos del Mediterráneo.

En 1959, y manteniendo esa misma trayectoria, incrementó su presencia en los tráficos del Mediterráneo mediante un acuerdo con el armador Christian Haaland, de Haugesund, que le permitió participar en el servicio que cubría la compañía Concordia Line entre varios puertos del Mediterráneo y los Grandes Lagos.

En 1962, Fred. Olsen contrató con la Empresa Nacional Elcano la construcción en el astillero de Sevilla de cuatro buques gemelos para tráficos de carga patelizada, que llevarían los nombres de Bretagne, Bastant, Brisk y Brilliant.

Los dos primeros se botaron con sus nombres originales pero los contratos fueron rescindidos debido a que los buques no se terminaron dentro de los plazos contractuales. De modo provisional pasaron a llamarse Astene 94, Astene 95, Astene 96 y Astene 97, botándose este último de proa al agua. Después de múltiples gestiones con varios agentes, se lograron ofertas de dos compañías extranjeras y de una española, siendo esta última la que ofreció mejores condiciones. En el mes de agosto de 1966 los cuatro buques se encontraban terminados y amarrados en el puerto de Sevilla, siendo entregados en 1967 a la sociedad Castañer y Ortiz, de Valencia, y rebautizados Villablanca, Villaverde, Villafría y Villafranca, respectivamente.

Esta circunstancia motivó la firma de un nuevo contrato con los astilleros Kaldnes, en Tonsberg, para otros tantos buques, que, en realidad, eran una repetición del citado proyecto y entraron en servicio a partir de 1966 bautizados con los nombres de Baltique, Bretagne, Bourgogne y Brilliant, respectivamente.

Vendidos los tres fruteros del tipo Bañaderos, en 1964 fueron adquiridos los buques suecos Leeward Islands y Windward Islands, respectivamente, que enarbolaron el pabellón noruego rebautizados con los nuevos nombres de Bajamar y Bañaderos, siendo destinados al tráfico frutero de Canarias en el que permanecieron por espacio de cuatro años. En aquella época, el servicio contó con el refuerzo ocasional de los buques Braque, Burgos y Bismillah.

En dicho año ya se había liquidado la flota frutera anterior a la Segunda Guerra y el resto de las unidades, aunque más modernas, no resultaban suficientes ni tampoco adecuadas para cubrir los tráficos de acuerdo con las exigencias del mercado. Por entonces se había producido un significativo incremento de la producción frutera de Canarias y del Mediterráneo, mercados en los que Fred. Olsen Lines mantenía una firme presencia en competencia con otras compañías que, con posterioridad, también habían hecho incursión en el sector.

Una vieja amistad entre Fred. Olsen y Eric Waaler, presidente de Bergen Line, cristalizó en el proyecto de un nuevo tipo de buques mixtos capaces de atender con mayor eficacia, tanto las demandas de la línea de Canarias, como la regular de pasaje entre Bergen y Newcastle. El resultado fue la construcción en astilleros de Alemania Federal y su puesta en servicio, en junio y octubre de 1966, de los ferries Black Watch y Black Prince, con capacidad para 350 pasajeros, 200 vehículos, 2.100 pallets de fruta y 140 pallets de productos congelados.

El proyecto de los Black tuvo una repetición en 1970 con la construcción del buque Blenheim, abanderado en el Reino Unido, destinado a reforzar la línea turístico-frutera entre Londres y Canarias durante la temporada de invierno. Esta combinación hizo posible una constante afluencia de turistas desde Inglaterra, Holanda, Bélgica, Francia y Alemania, que utilizaron sus servicios durante la zafra frutera, compitiendo con los buques de Naviera Aznar.

La puesta en servicio del ferry Blenheim determinó una reorganización en la flota frutera, con lo cual los buques Bruno y Bencomo pasaron a cubrir la línea de Newhaven y Göteborg. Al mismo tiempo, Fred. Olsen contrató en los astilleros de Ulstein la construcción de dos «dual purpose liner», buques bautizados con los nombres de Buenavista y Bonanza -aunque éste, en principio, iba a llamarse Bajamar– y entregados en 1971 y 1972, respectivamente. En esta etapa, con carácter esporádico y como unidades de refuerzo, Fred. Olsen envió a Canarias los buques Braga, Bismillah y Berby.

Entre 1982 y 1983 se produjo la incorporación de los buques Bencomo y Bentago, dos unidades de nueva generación, diseñadas para ofrecer una mayor atención, eficacia y rapidez en la manipulación de la carga, así como una mejor flexibilidad para el transporte de frutas y hortalizas, mercancía refrigerada y congelada, carga general unificada y paletizada, automóviles, furgones y camionetas en manipulación ro-ro y contenedores.

Sin embargo, en cada campaña frutera Fred. Olsen fletó otros buques para atender adecuadamente el volumen de exportación, que intensificó a partir de 1986 con la retirada de los Black. Y aunque desde hace años ya no tiene presencia en La Palma, sin embargo sí sigue presente en el tráfico de contenedores, con el buque FOCS Tenerife, operado por OPDR. El acrónimo FOCS significa Fred. Olsen Container Service.

Publicado en DIARIO DE AVISOS, 17 de diciembre de 2006

Fotos: Archivo Vicente Sanahuja («Breñas») y José Ayut Santos (archivo Juan Carlos Díaz Lorenzo)



Santa Cruz de La Palma, puerto de escala en la línea de Sevilla

Juan Carlos Díaz Lorenzo

Durante años, muchos años a decir verdad, el puerto de Santa Cruz de La Palma formó parte de los itinerarios de las principales líneas nacionales de Compañía Trasmediterránea, que enlazaban la Península y los puertos canarios. En ese aspecto, el protagonismo y la importancia del puerto palmero está fuera de toda duda. Recientemente -el pasado 1 de enero- se han cumplido noventa años desde el nacimiento a la mar del gallardete que enarbola la compañía que fundara, entre otros, el doctor Dómine, histórica singladura en la que entonces participaron también otros destacados personajes del sector naviero nacional, entre ellos Juan March, Antonio Lázaro, Vicente Puchol, Juan José Sister, Ernesto Anastasio y Vicente Ferrer Peset.

Al evocar en estas páginas la memoria de aquella época -época bonita de la historia de la navegación y de barcos igualmente bonitos, que ya no son en la mar-, después de la guerra civil y a medida que las circunstancias lo permitieron, Compañía Trasmediterránea restableció las distintas rutas comerciales vigentes en el contrato de líneas de soberanía nacional que, en lo que al puerto de Santa Cruz de La Palma se refiere, comprendía los siguientes enlaces:

1.- Línea principal Norte de España-Canarias, con escalas en Bilbao, Gijón, Vigo, Las Palmas, Santa Cruz de Tenerife y Santa Cruz de La Palma.

2.- Línea secundaria Norte de España-Canarias, con escalas en Pasajes, Santander, La Coruña, Las Palmas, Santa Cruz de Tenerife y Santa Cruz de La Palma. Ámbas líneas estuvieron atendidas, durante mucho tiempo, por los buques Roméu, Escolano, Poeta Arolas y Río Francolí. Desde finales de los años cincuenta serían sustituidos por buques de nueva construcción: Villa de Bilbao, Ciudad de Pamplona y Ciudad de Oviedo.

3.- Línea Sevilla-Canarias, con escalas en Sevilla, Cádiz, Las Palmas, Santa Cruz de Tenerife y Santa Cruz de La Palma. Entre los barcos más destacados que cubrieron esta línea hay que recordar a los buques Ciudad de Alicante, Ciudad de Valencia, Ciudad de Palma y Plus Ultra.

4.- Línea principal Barcelona-Canarias, con escalas Barcelona, Valencia, Las Palmas, Santa Cruz de Tenerife y Santa Cruz de La Palma, atendida por los buques Ciudad de Cádiz y Ernesto Anastasio.

5.- Línea secundaria Barcelona-Canarias, con escalas en Palma de Mallorca, Barcelona, Valencia, Alicante, Las Palmas, Santa Cruz de Tenerife y Santa Cruz de La Palma, a cargo de los buques Villa de Madrid y Ciudad de Sevilla.

6.- Línea «carreta» Barcelona-Canarias, con escalas en Barcelona, Tarragona, Valencia, Alicante, Málaga, Cádiz, Las Palmas, Santa Cruz de Tenerife y Santa Cruz de La Palma, a cargo de los buques de vapor Ciudad de Alcira y Ciudad de Salamanca.

Es de advertir que algunos de estos itinerarios sufrieron modificaciones a lo largo de los años y, en ocasiones, los barcos adscritos a una línea pasaron a otra, y viceversa. Los barcos cargaban plátanos y descargaban mercancías diversas y a bordo viajaron muchos paisanos, entre ellos los jóvenes que entonces cursaron sus estudios superiores en las universidades de Cádiz y Sevilla.

Estampa marinera del buque "Ciudad de Alicante"

De aquellos barcos que hicieron historia en el puerto palmero, y cuya memoria evocamos con las fotos de nuestro archivo, recordamos, en esta oportunidad, la presencia de la motonave Ciudad de Alicante, cuyo recuerdo, a buen seguro, traerá evocaciones de los años idos para siempre.

Compañía Trasmediterránea contrató la construcción de este buque el 21 de junio de 1928 y el 30 de enero de 1929 se procedió a la colocación del primer bloque de su quilla en la grada de la factoría Unión Naval de Levante, en Valencia. El 25 de febrero de 1930 resbaló por la grada con el nombre de Infante Don Juan, bautizado así el honor del infante Juan de Borbón, ceremonia en la actuó de madrina la esposa del director del astillero, el ingeniero naval Nicolás Franco, operación que estaba prevista para mediados de mes, pero los fuertes temporales de agua, viento y nieve que azotaron entonces a la Península, obligaron a retrasar la botadura, que al final se realizó sin especial solemnidad.

El 11 de Junio de 1930, el buque Infante Don Juan -cuyo coste ascendió a 4.906.220 pesetas- zarpó del puerto de Valencia al mando del capitán Juan Estela Abraham con destino a Palma de Mallorca en viaje de pruebas, logrando alcanzar y mantener una velocidad de 16,5 nudos. A la capital palmesana arribó a primera hora del día siguiente con personal técnico a bordo, entre los que figuraban los ingenieros navales Nicolás Franco, Jesús Miranda y Vicente Rabanals, así como el consejero de Trasmediterránea, Pedro Síster.

Dos días después, de vuelta a Valencia, se procedió al acto de entrega oficial del nuevo barco a Compañía Trasmediterránea, que lo destinó a cubrir la línea Valencia-Barcelona, a cuyo puerto arribó, en viaje inaugural, el día 15 de junio del citado año.

Entonces era un buque de 2.435 toneladas brutas y medía 81,26 metros de eslora total, 12,48 de manga, 7,85 de puntal y 4,62 de calado. Tenía capacidad para 390 pasajeros repartidos en las tres clases tradicionales y estaba propulsado por dos motores MAN, con una potencia de 2.100 caballos y 16 nudos de velocidad.

Con el advenimiento de la Segunda República, el 14 de Abril de 1931, el buque cambió su nombre original por el de Ciudad de Alicante y su gemelo Infante Don Gonzalo pasó a llamarse Ciudad de Valencia. Desde entonces y hasta la guerra civil, prestó servicios en la citada línea, en el sector de Baleares y en la línea Barcelona-Ceuta, con escala en los puertos del Levante y Norte de África.

El 18 de julio de 1936, el buque Ciudad de Alicante se encontraba en Villa Sanjurjo, en donde permaneció hasta principios de octubre, después de que la Escuadra nacional consiguiera romper el bloqueo de la flota republicana en el Estrecho, lo que permitió la incorporación de este buque dedicado al transporte de tropas desde puertos africanos a Algeciras.

Por decreto de la Jefatura del Estado de 27 de octubre de 1936 y orden del Estado Mayor del día 30 del mismo mes, se procedió a la incautación de nueve buques de Compañía Trasmediterránea para su reconversión en cruceros auxiliares, entre los que figuraba el Ciudad de Alicante, siendo armados en la factoría de Matagorda (Cádiz) con un cañón de 120 mm., dos de 105 mm. y otros dos de 47 mm.

Con el casco pintado de color gris y con el doble zuncho negro en su chimenea, el buque comenzó su misión de guerra, correspondiéndole realizar los viajes más señalados en el Mediterráneo, de Gibraltar a Sicilia, y en el Atlántico, de Fernando Poo a las costas de Escandinavia, estando al mando, a lo largo de la contienda, de los capitanes de corbeta Benigno González-Aller, Pedro Fernández Martín, Ricardo Calvar y González Aller y Ramón Aubarede, respectivamente.

A principios de 1937 efectuó un viaje a Fernando Poo y de vuelta a Ceuta recibió orden del Estado Mayor de la Armada para dirigirse con tropas a Villa Cisneros, con la finalidad de restablecer el orden en la guarnición como consecuencia de los sucesos derivados de la fuga del vapor Viera y Clavijo.

En la primavera y principios de verano del citado año y con base en el puerto de Palma, estuvo dedicado permanente al transporte de tropas. El 3 de julio embarcó con destino a Cádiz el Batallón Ciclista y el 30 de agosto, según consta en las Memorias del almirante Cervera, en aguas de Baleares, apresó al petrolero griego Nausicaa, que transportaba un cargamento de 7.800 toneladas de fuel oil, conduciéndolo a Palma.

El 16 de septiembre colaboró en las operaciones de persecución y apresamiento de los buques correos J.J. Síster y Rey Jaime II, cuando se dirigían de Barcelona a Mahón escoltados por tres destructores. Apresados por el crucero Canarias, se hicieron cargo de ellos, para ser conducidos a Palma, los cañoneros Cánovas del Castillo y Dato y el crucero auxiliar Ciudad de Alicante.

En los meses de marzo y abril de 1938 operó en el Cantábrico en unión de su gemelo Ciudad de Valencia y en los meses siguientes ambos cruceros auxiliares volverían a operar en el sector de Baleares. El 11 de junio del citado año se encontraba atracado en el puerto de El Ferrol, próximo al crucero Navarra, al que se le hizo entrega, en dicho día, de la bandera nacional y la bandera de combate.

El episodio más memorable de los buques Ciudad de Alicante y Ciudad de Valencia fue el célebre «raid» realizado en aguas del Mar del Norte, en el otoño de 1938. Como preludio de la importante misión que iban a cumplir, el Estado Mayor de la Armada ordenó en pleno verano la salida del Ciudad de Alicante y del bou Galerna, con destino al canal de Bristol, debidamente camuflados y ocultos sus cañones. En el caso del pesquero, la tripulación vistió con prendas de pescador para no infundir la menor sospecha.

Resultado de esta expedición fue el conocimiento de la existencia de un considerable número de mercantes españoles refugiados en puertos del Mar del Norte, dispuestos a salir con destino a puertos rusos del Báltico. Para tratar de impedir esta fuga, el jefe de Estado Mayor de la Armada nacional ordenó la salida inmediata de los cruceros auxiliares Ciudad de Valencia y Ciudad de Alicante, viaje que, por razones diversas, no se verificó hasta el 20 de octubre, en que se hicieron a la mar desde Santander. El primero debía actuar como buque atacante y el segundo como buque de apoyo y encargado de conducir a España a las presas enemigas, repostaje, mantener el enlace y sembrar la confusión por tratarse de un buque gemelo. Fruto de esta expedición fue el hundimiento del vapor Cantabria, así como la captura de los buques Sil y Río Miera, que realizó el crucero auxiliar Ciudad de Valencia.

Casi al final de la guerra, a principios de marzo de 1939, el buque Ciudad de Alicante se encontraba atracado en el puerto de Cádiz junto a otras unidades, dispuestas para el transporte de tropas a Cartagena, expedición que no llevó a cabo y cuando el primero de abril se anunció oficialmente el final de la guerra, el barco se encontraba en Ferrol, donde sería desarmado.

En los primeros meses de la posguerra, el buque continuó adscrito a la Armada, verificando un viaje como buque-escuela de los Flechas Navales bajo la dirección de los capitanes de navío Lutgardo López y Gabriel Rodríguez Acosta, estando al mando del capitán Francisco Sastre Orozco, habilitado de teniente de navío de la Reserva Naval. El 13 de Junio de 1939 zarpó de Cádiz y visitó los puertos de Pasajes, Bilbao, La Coruña, El Ferrol, Vigo, Marín, Lisboa, Cádiz, Ceuta, Palma de Mallorca, Ibiza, Barcelona, Valencia, Alicante y Cádiz, donde rindió viaje el día 17 de julio.

El buque "Ciudad de Alicante", en el puerto de Santa Cruz de La Palma

Reincorporado a las comunicaciones de soberanía, Trasmediterránea decidió su emplazamiento en la línea de Sevilla-Cádiz-Canarias en unión de su gemelo Ciudad de Valencia, etapa en la que comenzó su vinculación con el puerto de Santa Cruz de La Palma, cubriendo entre ambos un viaje semanal que ofreció caracteres especiales en el transcurso de la guerra mundial, dada la obligación de entrar en Gibraltar para pasar el control de los aliados antes de emprender la ruta de Canarias.

En enero de 1940, estando en Canarias, recibió orden de viajar a Dakar para embarcar a una parte del pasaje del trasatlántico Cabo San Antonio, que naufragó devorado por un incendio, cuando navegaba en la ruta de Argentina-España. Los pasajeros y la tripulación habían sido recogidos por un crucero francés, y fueron desembarcados en el citado puerto africano.

El incidente más importante ocurrido en la vida marinera del buque Ciudad de Alicante, fue una varada, acaecida el 11 de agosto de 1950, en la Punta de Acebuche, un paraje de la costa cercana a Algeciras. Los pasajeros fueron desembarcados en las lanchas de la Armada LT 22 y LT 24 y tres días después fue puesto de nuevo a flote y remolcado a Cádiz para proceder a su reparación. Poco después de su reincorporación al servicio, Y cuando salía del puerto de Santa Cruz de Tenerife, sufrió un abordaje con el petrolero Zaragoza, de CEPSA.

El 13 de Julio de 1951, cuando efectuaba la maniobra de atraque en el puerto de Tánger, sufrió un golpe violento contra el muelle. En diciembre de ese mismo año, y estando amarrado en el citado puerto, los efectos de un fuerte vendaval provocaron daños de diversa consideración debido a los golpes sucesivos del casco contra el cantil del muelle.

Otro incidente de cierta importancia se produjo en 1952 en el puerto de Santa Cruz de La Palma. Cuando se disponía a virar cadena para emprender viaje a Santa Cruz de Tenerife, una fuerte racha de viento lo cogió de través y acabó golpeándolo violentamente contra el muelle, sufriendo diversos desperfectos. Otro suceso similar volvería a repetirse en enero de 1953, cuando realizaba la maniobra de entrada en el dique seco Nueva Señora del Rosario, de Cádiz, ayudado por dos remolcadores y el viento racheado lo golpeó bruscamente contra la entrada del dique y sufrió diversos desperfectos.

Años después, casi al final de su vida marinera, el 11 de enero de 1974 cuando navegaba en ruta de Ibiza a Barcelona, y encontrándose a escasa distancia del puerto de salida, sufrió una vía de agua en la sala de máquinas y regresó de inmediato para proceder a una reparación de fortuna, realizando la definitiva, en dique seco, en Barcelona. Poco después, el 3 de febrero del citado año, realizó el salvamento del yate Velle Magie, razón por la cual, el capitán del buque, Miguel Rodríguez Riera, recibió la medalla de bronce de la Sociedad Española de Salvamento de Náufragos.

El 12 de mayo de 1977, el buque quedó amarrado en el puerto de Palma de Mallorca en espera de una importante reforma, pero un mes después, la Delegación del Estado en Trasmediterránea, determinó que no procedía debido a lo costoso de los trabajos y la antigüedad del buque, por lo que se solicitó su baja en los servicios del contrato, la cual fue otorgada por la Subsecretaria de la Marina Mercante el 8 de agosto siguiente.

De forma inmediata se efectuaron las gestiones para proceder a la venta del buque para desguace, en un precio de seis millones de pesetas. El 21 de septiembre de 1977, el consejo de administración de la Compañía autorizó su venta, siendo adjudicado el 11 de noviembre siguiente, a la firma Desguaces de Cataluña. El 15 de noviembre del citado año zarpó del puerto de Palma de Mallorca y dos días después fue entregado a sus compradores, que procedieron a su desguace inmisericorde, acabando así la historia marinera del buque Ciudad de Alicante.

Publicado en DIARIO DE AVISOS, 18 de febrero de 2007

Foto: Archivo Juan Carlos Díaz Lorenzo



«Trasatlántica y la emigración canaria a América», interesante y emotivo libro de Manuel Marrero Álvarez

Juan Carlos Díaz Lorenzo

A mediados de los años sesenta del siglo XX el puerto de Santa Cruz de Tenerife vivía una actividad incesante. La línea de atraque del Muelle Sur y lo que entonces existía del Muelle de Ribera y del Dique del Este estaban constantemente llenos de barcos, y la ciudad marinera que nace y se abriga al resguardo de Anaga, y que debe su existencia precisamente al puerto, favorecía el contacto directo con los barcos que iban y venían gracias al paseo sobre el espaldón, convertido en uno de los espacios públicos más transitados por la sociedad santacrucera de la época.

Esta tierra nuestra vivía entonces el episodio álgido de la emigración a Venezuela, en el que miles y miles de canarios de todas las islas y, especialmente, de Tenerife, La Palma, El Hierro y La Gomera embarcaban en el puerto tinerfeño en el viaje que habría de llevarles a una nueva vida en la otra orilla del Atlántico. En más de una ocasión, quien suscribe, siendo entonces un niño, presenció la despedida de los familiares que embarcaron en los trasatlánticos españoles, italianos y portugueses, entre ellos los célebres Vera Cruz y Santa María, a los que la publicidad de la época denominaba, y con razón, “hermosos paquebotes”.

Unos días antes, en la calle del Pilar, los familiares hacían las gestiones de pasajes en las oficinas del consignatario de la Compañía Trasatlántica Española y, enfrente, el visado correspondiente en la sede del Consulado de Venezuela. Por entonces había varias agencias que ayudaban a los laboriosos trámites previos al embarque, entre ellas la Agencia García, situada en un lateral de la Plaza de Weyler. Después llegaba el momento más emotivo. La despedida a pie de escala, entre abrazos y sollozos incontenibles de los que se iban y de los que nos quedábamos, desconsolados y, en la mente de un niño de seis años, preguntándonos que si ellos se iban, por qué nosotros no lo hacíamos también y así viajábamos todos juntos de una vez. Desde el borde del espaldón contemplábamos la salida hasta que la silueta del barco se perdía en la línea del horizonte. Para ellos había comenzado un nuevo amanecer.

Cuando regresaban algunos de los familiares que habían emigrado a Venezuela a comienzos de la década de los cincuenta, y lo hacían cada vez que sus circunstancias se lo permitían, las primeras veces venían en barco, recorriendo así a la inversa el camino emprendido unos años antes. Por lo común viajaban en los barcos de la Compañía Trasatlántica Española, entre otras razones porque a bordo se hablaba español, se comía bien y la travesía se pasaba entretenida, sobre todo cuando viajar por mar era sinónimo de placer.

Anunciada la llegada, de nuevo la familia preparaba el emotivo recibimiento a los “indianos” que venían desde La Guaira, después de siete u ocho días de navegación. La noche antes apenas dormíamos y al día siguiente, bien temprano si la llegada del barco estaba anunciada a primera hora, acudíamos ansiosos y expectantes al muelle Sur, a presenciar la entrada en la bahía del trasatlántico y escudriñar a toda prisa entre los pasajeros que se agolpaban junto a la baranda, para saber dónde se encontraban los nuestros.

Venezuela era entonces un país de promisión, al que los niños aprendimos a querer desde edad temprana siguiendo el sentimiento de nuestros mayores y nos quedábamos con la boca abierta escuchando los relatos (los cuentos, que decían) de las estadías de los parientes en La Guaira, Naiguatá, Caracas, La Victoria, Palo Negro, Santa Cruz de Aragua, Cagua, Maracay, Bejuma, Nirgua, Salom, Barquisimeto, Acarigua, Cajaseca…), abrigando desde edad temprana la ilusión de que algún día habríamos de conocer aquel territorio, del que tanto habíamos oído hablar.

Aquel deseo, en años mozos, nos parecía un sueño inalcanzable y, sin embargo, sería pocos años después de la extinción de las líneas trasatlánticas cuando, en algo más de seis horas de vuelo desde Las Palmas a bordo de un DC-10 de la compañía venezolana VIASA, tuvimos ocasión de pisar, por primera vez, el suelo de la octava isla, como muy bien la definía el entrañable amigo y maestro de periodistas, Ernesto Salcedo Vílchez, por entonces director del periódico tinerfeño El Día, en el que iniciamos nuestros pinitos periodísticos hace ahora algo más de treinta años.

Pasaron unos cuantos años y un buen día de 1984, recién incorporado yo a la redacción de Diario de Avisos, conocí al nuevo delegado regional de Compañía Trasatlántica Española, con sede en Santa Cruz de Tenerife, Manuel Marrero Álvarez. Desde el principio se produjo una empatía que ha perdurado en el tiempo. Manolo, que así es como le llamamos todos, es hombre de voz clara y precisa y tiene la sana costumbre de llamar a las cosas por su nombre, lo cual, en más de una ocasión, incomodaba a las autoridades portuarias, cuando salía en defensa de sus intereses legítimos en los costes de las operaciones portuarias en las cargas de tabaco y madera procedentes de América. Ahí está la hemeroteca de Diario de Avisos como testimonio de cuanto decimos.

Han pasado veinticinco años y la amistad con Manolo Marrero sigue igual de sólida y consistente. Al contrario de lo que la experiencia nos ha demostrado en más de una ocasión, nuestra amistad se ha mantenido indefectiblemente en el transcurso de tantos años, porque permanece ajena a intereses y oportunismos. Atrás quedaron los años de las escalas de los buques cargueros Almudena, Ruiseñada, Camino, Merced, Galeona, Belén, Valvanuz, Roncesvalles, Guadalupe I, Covadonga, Candelaria y los portacontenedores Pilar y Almudena, así como de otros buques fletados –Begoña, Mar Negro, Mar Mediterráneo, Itálica… – que mantuvieron durante años la presencia de Trasatlántica en el puerto tinerfeño, y con los que tuvimos la oportunidad -gracias al buen quehacer de Manolo Marrero- de conocer a algunos capitanes de la “vieja escuela”, entre ellos a Rafael Jaume Romaguera y Carlos Peña Alvear, a los que también unos une una buena y duradera amistad, lo mismo que a algunos relevantes directivos de la compañía, como Manolo Padín García, quien fue su director general en tiempos difíciles.

Manuel Marrero Álvarez

Portada del libro "Trasatlántica y la emigración canaria a América"

Más allá del acontecer portuario, Manolo Marrero es hombre de buena memoria y aficionado a la historia naval. Desde el principio de nuestra amistad compartimos vocación por la época de los trasatlánticos y su presencia en el puerto de Santa Cruz de Tenerife. Este libro que ahora me honro en presentarles, Trasatlántica y la emigración canaria a América, es el reflejo de aquellas vivencias, contadas por la persona que durante nueve lustros vivió tan de cerca unos acontecimientos irrepetibles, primero como responsable de tráfico de la agencia consignataria Vda. E Hijos de Juan La Roche y, después, como delegado regional de la compañía fundada por Antonio López en 1881.

Es también el reflejo de un amor irrepetible y escenificado en una compañía naviera que tanto ha significado en la historia del puerto de Santa Cruz de Tenerife –y de España y América Latina toda- y que figura entre las más antiguas de Europa, aunque la actual Compañía Trasatlántica Española –de la que sólo conserva su nombre- poco tenga que ver con aquella etapa y protagonismo tan trascendental de la Marina Mercante española y en su particular relación con Canarias.

Al desgranar el rosario de los recuerdos, Manolo Marrero nos sumerge con un lenguaje llano en una serie de episodios históricos, en los que cobra especial relevancia el vínculo con el puerto tinerfeño de los trasatlánticos españoles de la emigración a Venezuela –Satrústegui, Virginia de Churruca, Begoña y Montserrat-, como unos años antes lo habían hecho los barcos de la misma compañía que iban a Cuba –Isla de Luzón, Isla de Panay, Manuel Arnús, Manuel Calvo, Marqués de Comillas, Juan Sebastián Elcano, Magallanes y Habana-, a Argentina –Buenos Aires, Montevideo, Reina Victoria Eugenia, Infanta Isabel de Borbón y otrosy Guinea Ecuatorial –P. de Satrústegui, C. de Eizaguirre, San Carlos, Santa Isabel…-, teniendo el puerto de Barcelona como cabecera de línea –y de su matrícula naval- y Las Palmas, Santa Cruz de Tenerife y Santa Cruz de La Palma, como últimas escalas de los barcos que iban camino de América Central, antes de cruzar el Atlántico azul e inmenso.

Manolo Marrero pone especial énfasis en la figura del Conde de Ruiseñada, Juan Claudio Güell y Churruca, a quien conoció personalmente y falleció en edad temprana, en 1958, cuando regresaba a Barcelona después de asistir al bautizo de la princesa Carolina de Mónaco, hija de Rainiero y Grace Kelly. El Conde de Ruiseñada asumió la presidencia de Trasatlántica en 1943, en una situación realmente crítica para la compañía, después de que hubiera cesado la intervención estatal tras la guerra civil y con una herencia trágica, ahondada en los comienzos de la Segunda República, en la que el marcado catolicismo y el espíritu monárquico que había presidido hasta entonces la relación de la compañía con el Estado, se había convertido en una fractura insalvable en sus relaciones con el nuevo poder establecido. 

Con una flota diezmada por la guerra y sus diferentes vicisitudes, y con una legislación estricta y excesivamente intervenida propia de la autarquía, los primeros años de Trasatlántica después de la Segunda Guerra Mundial no podían ser más difíciles y comprometidos. De la flota anterior a la contienda habían sobrevivido los buques Manuel Calvo, Magallanes, Marqués de Comillas y Habana. El resto se había perdido irremediablemente, con un elevadísimo coste económico. Con un mercado muy intervenido por el INI en los tiempos de Juan Antonio Suanzes y las generosas facilidades dadas a las compañías extranjeras para que participaran del sabroso pastel de la emigración española a América, Trasatlántica mantuvo un honroso papel a pesar de los limitados medios disponibles, formando el grueso de sus efectivos, desde finales de los años cincuenta, los buques Satrústegui, Virginia de Churruca, Begoña y Montserrat. Los dos primeros, procedentes de la Empresa Nacional Elcano, fueron una compra impuesta, mientras que los dos restantes fueron adquiridos, con un permiso especial, a una compañía italiana. Otros intentos para comprar barcos de pasajeros en el mercado de segunda mano fueron abortados, ante los innumerables impedimentos de la Administración española. Por ello coincido plenamente con Manolo Marrero cuando afirma, convencido, de que si el conde de Ruiseñada no hubiera fallecido en plena juventud, el futuro de Trasatlántica, sin duda, hubiera sido otro bien distinto del que lo tocó vivir entonces y en años posteriores.

El autor pone especial énfasis en los recuerdos de los trasatlánticos Begoña y Montserrat, no sólo porque viviera en primera persona sus vicisitudes, sino porque, en realidad, pocos barcos de la emigración canaria a Venezuela alcanzaron una impronta tan significativa y dejaron una huella tan profunda. Además de sus viajes regulares de ida y vuelta a Venezuela, destaca el capítulo dedicado a los viajes extraordinarios a Australia, Santa Cruz de La Palma y el paso frente a la villa y puerto de Garachico, cuando traía a bordo una estatua de Simón Bolívar, que es la primera del Libertador americano levantada en territorio europeo.

Especialmente emotivo es el capítulo dedicado a Noelia Afonso, Miss Europa 1970, nacida en Santa Cruz de Tenerife, que viajó a América unos meses después de lograr su título europeo, a bordo del trasatlántico Montserrat. Hemos de destacar, asimismo, el capítulo que evoca la memoria de los capitanes de la Compañía, dieciocho de los cuales fueron titulares de los barcos de la emigración a Venezuela –Jesús Meana Brun, Víctor Pérez Vizcaíno, Antonio Camiruaga Astobiza, Manuel Gutiérrez San Miguel, Ángel Goitia Duñabeitia, Fernando de Campos Setién, Alfredo Cuervas-Mons Hernández, Jesús Gorospe Vertiz, Francisco Onzáin Suárez, Rafael Jaume Romaguera, Carlos Peña Alvear, Luis Foyé Canejo, José González Conde, Adolfo López Merino, Gerardo Larrañaga Bilbao, José Mauricio Ruiz Paullada, Francisco Pérez Ferrer y José Luis Tomé Barrado-, así como el que glosa la figura del consignatario de Compañía Trasatlántica en Tenerife, Vda. e Hijos de Juan La Roche, sinónimo de honradez y prestigio, cuya manifiesta lealtad a la compañía, manteniéndose ajena a otros clientes, acabaría pasándole una costosa factura y provocaría su cierre en 1984.

Para los investigadores cobra especial interés documental el anexo del libro, en el que aparecen varios ejemplos de costes de escalas y listas de pasajeros –algunas de ellas en sus primeros viajes- que embarcaron en el puerto tinerfeño camino de América, a bordo de los buques Reina Victoria Eugenia, Infanta Isabel de Borbón, Magallanes, Juan Sebastián Elcano, Manuel Arnús, Marqués de Comillas, Satrústegui, Begoña y Montserrat-, y que constituyen un botón de muestra del archivo que posee su autor y que un día salvó de la desidia de los directivos de la compañía, que habían ordenado destruirlo o quemarlo. Su actual depositario, y autor de este libro, ha manifestado, reiteradamente, su voluntad de ceder dicho fondo documental a una institución de los preserve y haga buen uso de ellos.

Hacía bastante tiempo que Manolo Marrero quería publicar este libro –su primer libro-, para que quedase constancia de sus vivencias. Desde el principio le animé a ello, porque era algo que entendía absolutamente necesario para una persona meticulosa y con una emotiva carga emocional. Luego, cuando llegó el momento de llevarlo a imprenta, el autor y yo participamos al alimón con algunas ideas, retoques y un exquisito aporte fotográfico. Todo ello es fruto de la amistad que nos une.

Ahora, querido lector, tiene en sus manos el resultado del trabajo de Manolo Marrero repartido en casi 180 páginas, que no son pocas. Estoy seguro que desde el primer momento podrá apreciar el hecho de que tanto empeño y esfuerzo bien ha merecido la pena, y se sentirá cautivado por la forma en que expresa sus vivencias. No podría ser de otro modo.

 



El naufragio, envuelto en llamas, del frutero «Santa Úrsula»

Juan Carlos Díaz Lorenzo

El frutero Santa Úrsula, uno de los mejores barcos de la Compañía Canaria de Cabotaje -vinculada al naviero tinerfeño Álvaro Rodríguez López-, se hundió el 31 de enero de 1932 en aguas de Tazacorte, después de que hubiera sido prácticamente destruido por un voraz incendio declarado al atardecer del día 27, cuando buscaba el abrigo de la costa de Fuencaliente.

El barco había cargado, como era costumbre, una espectacular cubertada de fruta hasta las marcas en los puertos de Tazacorte y Santa Cruz de La Palma, ya que según el manifiesto, en bodega y sobre cubierta llevaba 1.703 huacales de plátanos y 60 sacos de almendras y se dirigía al puerto de Santa Cruz de Tenerife, donde procedería al trasbordo de la mercancía al buque Ciudad de Sevilla, para su posterior transporte a Barcelona.

Dos horas después de la salida del puerto de la capital palmera, la tripulación de la motonave Santa Úrsula se percató de que salía humo por el ventilador de la bodega de proa. Para intentar abrir la tapa de la escotilla arrojaron al agua unos 300 huacales de fruta, pero el empeño resultó imposible ante la intensidad que había tomado el incendio. «El fuego -dice La Prensa– adquirió desde el principio gran incremento, resultando inútiles cuantos esfuerzos realizaron los tripulantes para sofocarlo».

Entonces, el patrón del Santa Úrsula, Faustino Díaz, ordenó poner rumbo a la costa y cuando estaba al resguardo de Fuencaliente, ordenó el abandono del buque por temor a una explosión, arriando al agua los botes salvavidas. Poco después apareció en el lugar de los hechos el vapor Colón, uno de los barcos de cabotaje de Fyffes, que también navegaba en viaje de La Palma a Tenerife y cuya tripulación había advertido la densa humareda del buque siniestrado. Primero intentó darle un remolque, pero desistió ante la magnitud del incendio y optó por recoger a los tripulantes del Santa Úrsula, regresando de nuevo a Santa Cruz de La Palma, donde los desembarcó y se informó del suceso a la Ayudantía Militar de Marina.

Al día siguiente, cuando el vapor Colón arribó al puerto de Santa Cruz de Tenerife, el patrón dio cuenta del hecho a la autoridad de Marina, manifestando a la prensa local que «el incendio revestía gran importancia, abarcando a casi todo el buque». Ese mismo día, Álvaro Rodríguez López ordenó la salida del vapor San Cristóbal, con el encargo de que remolcara al buque siniestrado hasta el puerto tinerfeño.

Sin embargo, para entonces se había adelantado el pailebote San Miguel, que consiguió darle remolque hasta Tazacorte, donde dio fondo, cerca de la desembocadura del barranco de Tenisca, con las huellas visibles de la destrucción del fuego «de extraordinarias proporciones». El agua comenzó a inundar la sala de máquinas, «creyéndose que no tardará muchas horas en hundirse», lo que en efecto se produjo el 31 de enero. Mientras tanto, su compañero de contraseña San Cristóbal recogió a la tripulación del Santa Úrsula en el puerto palmero y regresó con ella a la capital de la provincia.

La crónica de Diario de Avisos dice que el ayudante de Marina de La Palma, señor Garrote, se trasladó al puerto de Tazacorte, con el personal a sus órdenes para determinar las causas y emitir el informe correspondiente. El buque estaba asegurado y circularon versiones contradictorias sobre si también lo estaba el cargamento de fruta que transportaba.

Pasaron los años. En marzo de 1943, Rodríguez López solicitó autorización para poner a flote algunas piezas o pertrechos aprovechables del barco siniestrado y en septiembre de 1945 declaró que no le interesaba la extracción de los restos del buque. Durante años, el pecio del Santa Úrsula atrajo el interés de los submarinistas palmeros y sus restos desaparecieron sepultados por las obras de ampliación del puerto de Tazacorte.

Gemelo del Sancho II, el buque Santa Úrsula había sido construido en los astilleros Vaxholmavarvet, en Estocolmo (Suecia) y el 29 de marzo de 1921 se entregó a Álvaro Rodríguez López. Disponía de cámara para 14 pasajeros y estaba autorizado para llevar otros treinta en cubierta.

Obtuvo el abanderamiento provisional en el registro naval español el 19 de diciembre de 1922, que se hizo definitivo el 28 de febrero de 1925, después de haber cumplido con todos los trámites legales. Por escritura otorgada el 31 de diciembre de 1929 ante el notario de la capital tinerfeña, Pío Casais Canosa, este buque fue aportado a la Compañía Canaria de Cabotaje.

De 361 toneladas brutas, 173 netas y 570 de peso muerto, eran sus principales dimensiones 41,75 metros de eslora total, 7,25 de manga, 3,53 de puntal y 2,30 de calado máximo. Estaba propulsado por un motor diesel Bolinder, de 300 caballos, que le daba 9 nudos de velocidad.

El buque "Sancho II", gemelo del "Santa Úrsula", en el puerto de Garachico

Álvaro Rodríguez López
Álvaro Rodríguez López, el naviero más importante de Canarias en la primera mitad del siglo XX, tiene su origen en una empresa familiar fundada por su padre y ocupa un lugar muy destacado en la historia marítima del archipiélago, pues llegó a poseer una de las mejores flotas que han navegado en el archipiélago, con la que estableció enlaces regulares con la Península y el Norte de África.

La primera etapa de Rodríguez López fue el soporte de su propia actividad agrícola en La Gomera, principalmente en la finca de Tecina, en la que consiguió crear un auténtico emporio, cuyo éxito responde a la implantación de una perfecta organización capitalista en un medio rural que no conocía otro sistema que el paterno-feudal; y como importante empresa consignataria establecida en el puerto de Santa Cruz de Tenerife, en el que representaba a los armadores noruegos Otto Thoresen y Fred. Olsen.

En diciembre de 1929 se constituyó en la capital tinerfeña la Compañía Canaria de Cabotaje, a la que Rodríguez López aportó el grueso de su flota, hasta su disolución en 1932. El 22 de octubre de 1942 se convirtió en la sociedad limitada Álvaro Rodríguez López y Hermano y el 12 de junio de 1957 adoptó la denominación Álvaro Rodríguez López, S.A.

En 1921 se produjo una auténtica revolución en el transporte marítimo de Canarias con la incorporación de las nuevas motonaves Sancho II y Santa Úrsula, que figuraban entre los primeros barcos españoles propulsados por motores diesel. El primero de ellos fue el más longevo de todos los barcos de la contraseña de Rodríguez López, con nada menos que 48 años de singladuras.

En 1925 pasó a la contraseña de Rodríguez López el vapor Bure, que fue rebautizado Sauzal, siendo devuelto a Fred. Olsen tres años después. En 1928 se produjo la incorporación de los vapores San Cristóbal y Santa Brígida, que no era otro que el famoso Águila de Oro, nombre que recuperó en 1934 cuando pasó a la propiedad del capitán Juan Padrón Saavedra.

En 1929 compró el vapor San Isidro y en 1933, el vapor Santa Eulalia Mártir. En 1934 fueron incorporados los buques Santa Elena Mártir, Santa Ana Mártir, Santa Rosa de Lima y San Juan II. En 1934 y 1935, para reforzar las líneas con la Península, fletó a armadores peninsulares los vapores Río Miera y Mari Eli.

Hasta el comienzo de la guerra civil, Rodríguez López atendía un servicio regular entre las islas de Tenerife, La Gomera y La Palma y cubría una línea con varios puertos del Sur y Levante de la Península, así como las plazas de Ceuta y Melilla. El 18 de julio de 1936 la flota de Rodríguez López estaba compuesta por siete unidades –San Isidro, San Juan II, Sancho II, Santa Ana Mártir, Santa Elena Mártir, Santa Eulalia Virgen y Santa Rosa de Lima– y todos se encontraban en aguas canarias, por lo que quedaron en zona nacional. En agosto del citado año, el buque San Juan II viajó a La Gomera con fuerzas de la Guardia Civil para la ocupación de la Isla. Luego hizo viajes a La Coruña, Lisboa y Sevilla, y estableció un servicio de enlace constante entre el Archipiélago y los puertos nacionales de la Península.

En 1938 los buques Santa Ana Mártir y Santa Rosa de Lima fueron vendidos al armador bilbaíno Blas Otero y rebautizados Tercio Montejurra y Tercio San Miguel y en ese mismo año, Rodríguez López compró los vapores Isora y Adeje, que hasta entonces habían sido propiedad del armador José Peña Hernández.

Los buques San Isidro e Isora sirvieron de buque-prisión en Santa Cruz de Tenerife, mientras que los buques Sancho II, Santa Rosa de Lima, Santa Ana Mártir y Santa Elena Mártir hicieron viajes regulares a los puertos norteafricanos y al Sur de la Península.

A excepción del Sancho II, el resto de los barcos de Álvaro Rodríguez López fueron todos vendidos a armadores peninsulares. No quedaba otra solución, ya que, sin exportación frutera ni fletes que los sustentaran, la única alternativa era el amarre o el desguace.

Ultima etapa
El 16 de julio de 1948 se constituyó en Santa Cruz de Tenerife la Naviera Frutera Canaria, en escritura otorgada ante el notario Lorenzo Martínez Fuset, fundada por José Luis de Aznar y Zavala y los hermanos Álvaro y Conrado Rodríguez López. «Se confía -dice la crónica de La Tarde– en que los sectores agrícolas y comerciales de las islas, así como el país en general, concurran a cubrir acciones de esta nueva empresa, iniciada con las máximas probabilidades de éxito».

El 2 de marzo de 1949 fue botado en Santa Cruz el motovelero Santa Ana Mártir, de casco de madera, que acabó sus días varado en la playa de Playa Santiago, en La Gomera y sirvió de hoguera una noche de San Juan y en julio de ese mismo año se adquirió en Valencia el buque Procyon, que fue rebautizado San Juan de Nepomuceno.

Uno de los ejemplo más representativos del poderío económico de Álvaro Rodríguez López lo encontramos en el edificio que fue su sede social en la calle de La Marina, un proyecto encargado al arquitecto José Enrique Marrero Regalado, en el que destaca un gusto por el regionalismo «como respuesta canaria a los intentos de una arquitectura nacional», destaca el profesor Alberto Darias Príncipe.

Hasta que se construyó la hilera de nuevos edificios en la parte frontal de la avenida de Anaga, la sede de Rodríguez López destacaba sobremanera en la fachada de la ciudad. El edificio fue adquirido por RTVE para los estudios de Radio Nacional de España y Televisión Española. La parte inferior fue sede de la Delegación de Cultura y más tarde, con carácter provisional, de la Consejería de Turismo y Transportes del Gobierno de Canarias.

Álvaro Rodríguez López falleció en Santa Cruz de Tenerife el 8 de agosto de 1958, a la edad de 73 años. Estaba en posesión del título de caballero de la Gran Cruz de la Orden Civil de Beneficencia y la Cruz del Mérito Militar con distintivo blanco, entre otras distinciones.

En agosto de 1969 finalizó la actividad naviera de Rodríguez López con la venta del histórico Sancho II a los armadores gomeros Negrín Hermanos. El ocaso de su extraordinaria actividad empresarial se acusó a partir de mediados de la década de los setenta con en el cese de actividad de la finca de Tecina, las fábricas de conservas y salazones en Alcalá (Sur de Tenerife) y Playa de Santiago (La Gomera) y la posterior enajenación de otras propiedades.

Publicado en DIARIO DE AVISOS, 16 de mayo de 2004

Foto: FEDAC



«Navigator of the Seas», un hito en la historia de La Palma

Juan Carlos Díaz Lorenzo

Santa Cruz de La Palma -la isla toda, a decir verdad- vive hoy un nuevo hito en su historia inmediata con la primera escala del megacrucero Navigator of the Seas, abanderado en Bahamas, el buque más grande que ha llegado, hasta el momento, al puerto de la capital palmera. Una jornada memorable en la que la imponente mole de este barco de turismo será huésped de la isla, por unas horas, señalando, así, el comienzo de una nueva etapa, en la que La Palma consolida su incorporación al circuito de la selectiva compañía Royal Caribbean International (RCI).

Este hecho es consecuencia directa de la seriedad y credibilidad de la empresa consignataria Hamilton & Cía., en especial de su director y presidente de la Asociación de Consignatarios de Buques de Santa Cruz de Tenerife, Eduardo Álvarez Hamilton, que viene realizando desde hace años una notable y encomiable labor y, asimismo, del esfuerzo y empeño del que fue presidente de la Autoridad Portuaria de Santa Cruz de Tenerife, Luis Suárez Trenor, en sus frecuentes contactos durante la última década con los dirigentes de la afamada compañía naviera con sede en Miami.

El megacrucero Navigator of the Seas tiene prevista su arribada a las seis de la mañana y permanecerá atracado hasta las 17 horas. A bordo viajan 3.400 pasajeros -que no 6.000, como erróneamente se ha publicado- y 1.200 tripulantes. El viaje actual comenzó en el puerto de Southampton y ayer estuvo en Funchal, continuando esta tarde su viaje trasatlántico con destino a Fort Lauderdale, puerto situado al norte de Miami (EE.UU.). Como es habitual en estos casos, está prevista la entrega de metopas conmemorativas por parte de la Autoridad Portuaria, Cabildo Insular, Cámara de Comercio, CIT de La Palma y otras representaciones.

De la maniobra se hará cargo el práctico Eugenio Rodríguez Romero, previéndose que revire entre puntas para quedar atracado babor al muelle, es decir, dejando la popa hacia la ciudad, ya que el buque tiene una eslora de 311 metros y la línea de atraque mide 202 metros, por lo que no menos de un tercio del barco quedará saliente, largando cabos a los norayes de la siguiente sección en la que atracará el crucero Thomson Destiny, de cuya maniobra se hará cargo el práctico Francisco Noguerol Cajén.

El crucero Thomson Destiny, por cierto, fue el primero de los barcos que inauguró la nueva etapa del espectacular desarrollo de Royal Caribbean Cruise Line, desde su puesta en servicio en noviembre de 1982 con el nombre de Song of America. De modo que en La Palma, hoy, coinciden dos barcos que tienen mucho en común.

La presencia del megacrucero Navigator of the Seas -que hizo su primera escala en el puerto de Santa Cruz de Tenerife el pasado 8 de noviembre- es el preludio de una serie de escalas importantes en lo que resta de año, protagonizadas por barcos de esta compañía y de Celebrity Cruises, perteneciente al mismo grupo. Para el próximo 22 de noviembre está prevista la llegada del megacrucero Voyager of the Seas, uno de los cinco gemelos que componen la clase Voyager, a la que da nombre y a la que también pertenece el buque Navigator of the Seas.

Para diciembre están previstos, entre otros, los siguientes buques: Voyager of the Seas, el día 1; Legend of the Seas, el día 5; Splendour of the Seas, el día 7; Milenium, el día 8; Voyager of the Seas y Century, el día 12; y Galaxy, el día 13. Todo un palmarés de prestigio para el puerto palmero, a pesar de las serias limitaciones que impone el hecho de que todavía no haya sido declarado frontera Schengen, grave impedimento en cuya solución eficaz se ha perdido mucho tiempo, en detrimento del bien común de La Palma.

El buque Navigator of the Seas (código IMO 9227508) es la construcción número 1.347 de los astilleros Kvaerner Masa, en Abo, ciudad próxima a Turku (Finlandia) y fue construido en dique seco, flotando por primera vez el 25 de enero de 2002. El 18 de noviembre del citado año fue entregado oficialmente a sus armadores, en ceremonia que amadrinó la tenista alemana Steffi Graff y el 14 de diciembre inició en Miami su primer crucero.

Se trata de un buque de 138.279 toneladas de registro bruto (GRT), siendo sus principales dimensiones 311,10 metros de eslora total -306 entre perpendiculares-, 38,60 de manga y 8,60 de calado. Está propulsado por seis motores Wärtsila 12V46C, con una potencia de 75.600 kilovatios, que accionan dos hélices de paso variable y le permiten desarrollar una velocidad de crucero de 23,7 nudos.

El megacrucero que hoy nos visita es el cuarto de una serie de cinco buques de la clase Voyager, correspondiente al proyecto inicialmente denominado Project Eagle y después Project Voyager. Para el desarrollo y construcción de la serie, Royal Caribbean eligió, por varios motivos, al astillero finlandés Kvaerner Masa. Durante los diez últimos años, un 25 % de los buques de cruceros de nueva construcción han sido construidos por esta firma de reconocido prestigio internacional. Masa había construido anteriormente seis buques para Royal Caribbean -entre ellos los tres primeros de este armador, a comienzos de los años setenta- y había intervenido de manera destacada en el diseño de los restantes. Cada buque de la clase Voyager ha supuesto para el citado astillero una carga de 21 millones de horas de trabajo.

La principal novedad de los buques de la clase Voyager es su espectacular tamaño. La capacidad máxima es de 3.835 pasajeros alojados en 1.557 camarotes, de los cuales 939 son exteriores -de ellos, 765 con balcón- y 618 interiores. La tripulación máxima es de 1.180 personas, alojados en 667 camarotes.

El megacrucero "Navigator of the Seas", en el puerto palmero

Perspectiva del megacrucero, visto por la banda de babor

Panorámica del buque y la ciudad marinera, al fondo

Royal Caribbean, al igual que sus grandes competidoras Carnival Cruises -propietaria, entre otras compañías, de Costa Crociere- y NCL, sigue ofreciendo una de las mejores relaciones calidad-precio, con unos espectáculos bien logrados, una gastronomía cuidada, y con un aire internacional que pone especial cuidado en un enfoque más hispano, de modo que se fusione con las particularidades de otras nacionalidades.

Aunque exista una uniformidad en sus materiales, texturas y orientación estética, en la que dominan las moquetas suaves, las maderas claras, el arte diferenciado de sus escaleras, sus comedores temáticos…, el megacrucero Navigator of the Seas ofrece algunas innovaciones. Es el primero en incorporar una pista de patinaje sobre hielo y en recrear una inmensa calle comercial, idea trasladada por su creador desde la época de los ferris finlandeses de Silja Line, la compañía armadora, entre otros, de los buques Botnia y Floria, importados por Trasmediterránea en 1975 y abanderados con los nuevos nombres de Ciudad de La Laguna y Villa de Agaete, respectivamente.

Royal Caribbean Cruise Line, fundada en 1969 por Anders Wilhelmsen & Co., I.M. Skaugen & Co. y Gootas Larsen, todos ellos afamados armadores noruegos, inició sus singladuras en octubre de 1970 con la incorporación del buque Song of Norway (18.416 TRB), primero de una serie de tres buques construidos en los astilleros Wärtsila, en Helsinki (Finlandia). Los dos restantes, puestos en servicio en julio de 1971 y noviembre de 1972, recibieron los nombres de Nordic Prince (18.346 TRB) y Sun Viking (18.559 TRB).

Los dos primeros tenían capacidad para 724 pasajeros y el tercero para 882. De su diseño llamaba poderosamente la atención el mirador situado en la chimenea, característico de los buques de Royal Caribbean. Transcurrió así una década con base de operaciones en Miami haciendo cruceros por el Caribe, orientado hacia el público norteamericano, que se mostraba fascinado por el impacto de la serie televisiva Vacaciones en el mar, por lo que obtuvo una rápida aceptación por su oferta diferenciada, a pesar de la dura competencia. Precisamente, el buque Song of Norway sería el encargado de inaugurar la presencia de Royal Caribbean en La Palma, en la escala que realizó el 10 de noviembre de 1992. Cinco meses después, el 19 de abril de 1993, lo haría su gemelo Sun Viking.

En noviembre de 1982 comenzó una nueva etapa con la puesta en servicio del buque Song of America (37.584 GRT), con capacidad para 1.575 pasajeros, construido en los astilleros Wärtsila, en Helsiniki (Finlandia), anticipo de la etapa de los megabuques de Royal Caribbean, el primero de los cuales, llamado Sovereign of the Seas (73.192 GRT), construido en los astilleros de l’Atlantique (Francia) y con capacidad para 2.534 pasajeros, entró en servicio en diciembre de 1987.

Unos meses antes, en 1986, Royal Caribbean compró una isla llamada Labadee, cerca de Haití, para uso exclusivo de sus clientes. En 1988 se produjo una importante reestructuración de la empresa, momento a partir del cual comenzó un proceso de expansión que le ha llevado a su posicionamiento actual.

En enero y mayo de 1990 entraron en servicio los buques Viking Serenade (ex Stardancer-90, ex Scandinavia-85) (26.747 GRT) y Nordic Empress (48.563 GRT), construidos ambos en astilleros franceses en 1982 y 1990 y con capacidad para 1606 pasajeros y 805 pasajeros, respectivamente. En ese mismo año compró otra isla en Bahamas llamada Little Stirrup Cay, conocida desde entonces como Coco Cay. Unos meses después, en octubre de 1991, recibió el segundo buque de la clase Sovereign, que recibió el nombre de Monarch of the Seas (73.937 GRT y 2.764 pasajeros), mientras que el tercero, Majesty of the Seas (73.941 GRT y 2.744 pasajeros) fue entregado en marzo de 1992.

La serie Vision consiste, en realidad, en tres pares de buques gemelos, de los cuales dos de ellos, Legend of the Seas (70.950 GRT y 2.064 pasajeros) y Splendour of the Seas (69.130 GRT y 2.066 pasajeros), fueron construidos en los astilleros Chantiers de l’ Atlantique, en Saint Nazaire (Francia), siendo entregados en abril de 1995 y marzo de 1996. La segunda pareja, Grandeur of the Seas (73.817 GRT y 1.950 pasajeros) y Enchantment of the Seas (74.136 GRT y 1.950 pasajeros), tomaron forma en los astilleros Kvaerner Masa, en Helsinki (Finlandia), siendo puestos en servicio en noviembre de 1996 y julio de 1997, mientras que los dos restantes, Rhapsody of the Seas y Vision of the Seas (78.491 GRT y 2.417 pasajeros cada uno), construidos en Chantiers de l’ Atlantique, entraron en servicio en abril de 1997 y abril de 1998. En 2004, el buque Enchantment of the Seas fue alargado con una nueva sección de 22,20 metros de eslora.

Los cinco buques de la clase Voyager han sido construidos en los astilleros Kvaerner Masa, en Turku (Finlandia). El ciclo de entregas empezó en octubre de 1999, con el buque Voyager of the Seas (137.276 GRT y 3.840 pasajeros). Royal Caribbean estrenó el siglo XXI con la incorporación del buque Explorer of the Seas (137.308 GRT y 3.114 pasajeros), en septiembre de 2000. A éste siguieron, en octubre de 2001, el buque Adventure of the Seas (137.276 GRT y 3.114 pasajeros); Navigator of the Seas, en noviembre de 2002 y Mariner of the Seas (138.279 GRT y 3.140 pasajeros), en octubre de 2003.

La serie Radiance está compuesta por cuatro buques de 90.090 GRT propulsados por turbinas de gas, construidos en los astilleros Meyer, en Papenburg (Alemania), con capacidades que oscilan entre 2.100 y 2.500 pasajeros y 700 camarotes con balcones al mar. El calendario de entregas fue el siguiente: Radiance of the Seas, en marzo de 2001; Brilliance of the Seas, en julio de 2002; Serenade of the Seas, en julio de 2003 y Jewel of the Seas, en abril de 2004.

En el período comprendido entre 1997 y 2004 han causado baja cuatro buques de la flota de Royal Caribbean, vendidos a otros armadores: Nordic Prince, en marzo de 1995; Song of Norway, en mayo de 1997; Sun Viking, en enero de 1998; y Song of America, en mayo de 1999.

En marzo de 2002, el buque Viking Serenade fue transferido a la sociedad filial Island Cruises y rebautizado Island Escape, mientras que en mayo de 2004, el buque Nordic Empress pasó a llamarse Empress of the Seas y permanece incluido en la oferta de cruceros especializados.

En noviembre de 2006, Royal Caribbean cerró la compra de la compañía española Pullmantur Cruises, previendo que opere, entre otros, el buque Splendour of the Seas. En septiembre de 2007 se formó una nueva compañía del grupo, llamada Croisiéres de France y dirigida al mercado francés, que iniciará sus operaciones en la primavera de 2008 con el buque Bleu de France, ex Holiday Dream, procedente de la flota de Pullmantur.

La clase Freedom está formada por tres buques construidos en los astilleros Akers, en Turku (Finlandia), mayores que el mítico Queen Mary 2, el primero de los cuales, bautizado con el nombre de Freedom of the Seas (154.407 GRT y 3.600 pasajeros), fue entregado en abril de 2006. A este siguen los buques Liberty of the Seas (154.000 GRT y 4.375 pasajeros), entregado en abril de 2007 y para mayo de 2008 se anuncia la incorporación del buque Independence of the Seas (158.000 GRT y 3.600 pasajeros).

Cuando todavía no ha finalizado la construcción de los buques de la clase Freedom, Royal Caribbean tiene en avanzado estado el proyecto de la clase Génesis, para dos buques que serán los más grandes del mundo, cuyos nombres aún no se han hecho públicos. Tendrán capacidad para 5.400 pasajeros, un registro bruto de 220.000 GRT y un coste aproximado de 1,24 billones -con b- de dólares. El contrato ha sido firmado con los astilleros Akers, sucesores de Kvaerner Masa, en Turku (Finlandia). El primero de ellos está previsto para el otoño de 2009, mientras que el segundo, ordenado en abril de 2007, será entregado en agosto de 2010.

Publicado en DIARIO DE AVISOS, 11 de noviembre de 2007

Fotos: Juan Carlos Díaz Lorenzo



«Sea Cloud»: una leyenda de lujo a flote
noviembre 23, 2009, 12:27 pm
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Al doctor Miguel Duque Pérez-Camacho

Juan Carlos Díaz Lorenzo

Desde hace algo más de veinte años, el puerto de Santa Cruz de La Palma acoge con frecuencia la elegante estampa marinera del célebre yate Sea Cloud, convertido en un lujoso y fascinante crucero de turismo. A éste, y desde febrero de 2001, se le ha unido otro buque propiedad del mismo armador y con el mismo nivel de exclusividad, construido en España y bautizado con el nombre de Sea Cloud II.

Desde finales de la década de los años veinte, en que recaló al resguardo del Risco de la Concepción el bello yate noruego Stella Polaris, el puerto de Santa Cruz de La Palma no había recibido un barco de unas líneas marineras tan finas y elegantes como el yate Sea Cloud, que arribó en su primera escala el 5 de diciembre de 1984, entonces abanderado en la isla de Gran Caymán.

De modo que La Palma no sólo figura en el itinerario de los grandes cruceros de turismo, que en los últimos años se han convertido en destacados protagonistas del acontecer portuario y de la crónica cotidiana, sino también en el reducido grupo de turistas muy selectos, cuyo elevado poder adquisitivo les permite elegir esta opción, ciertamente al alcance de unos pocos.

A bordo viajan personalidades cuya identidad, salvo en contadas ocasiones, no trasciende a la opinión pública, precisamente por el carácter de privacidad que ofrece la compañía armadora, pero que suelen ser, en su mayoría, poderosos empresarios, hombres de negocios y altos directivos de multinacionales, industrias… que llegan a nuestra isla en el anonimato y en su inmensa mayoría suelen llevarse una buena impresión, convirtiéndose de ese modo, en su círculo de influencia, en una de las mejores tarjetas de presentación de La Palma.

Envuelto en la leyenda desde que comenzó a surcar los mares hace casi 75 años, el primer Sea Cloud está considerado uno de los barcos más lujosos del mundo. De línea marinera muy elegante, arbola cuatro palos aparejado de bricbarca y su interior se asemejaba a la magnificencia de los grandes palacios franceses, decorado con refinadas porcelanas y tapices, baños en mármol y las llaves de los mismos en oro. Esta cargado de multitud de historias y anécdotas, proporcionadas por los muchos años de vida marinera que encierran sus cuadernas y los personajes que han viajado a bordo a lo largo de tan dilatada vida marinera.

Diseñado por los ingenieros navales Gibbs & Cox y con la colaboración de Phil Rhodes, la construcción de este buque comenzó en 1929 en los astilleros Fried. Krupp, en Kiel (Alemania), en una grada contigua donde había sido construido el «liner» español Villa de Madrid. Botado en abril de 1931 y entregado en junio de 1932 con el nombre de Hussar V, se trataba, entonces, del yate más grande del mundo.

Sus primeros propietarios fueron los millonarios norteamericanos Edward F. Hutton y Marjorie M. Post. Entre las novedades tecnológicas que incorporaba entonces figuraba un equipo telegráfico transcontinental instalado por la compañía Western Union, así como una línea telefónica privada que permitía mantener comunicación simultánea con las oficinas de Hutton y Post en Nueva York, San Francisco y Oakland. Otra novedad destacada fue la instalación de una gran cámara de congelación y refrigeración para alimentos, ubicada debajo de la cubierta principal, exponente el nuevo concepto de alimentación que promocionaba la Birdseye Division, una de las empresas de Marjorie’s General Foods. Ello hacía posible que el buque permaneciera durante largos períodos en la mar -unas 10.000 millas- sin necesidad de aprovisionamiento.

Otra novedad técnica se refería al equipo propulsor, formado por un sistema diesel-eléctrico, que fue el primero del mundo que se instaló a bordo de un buque de este tipo. Estaba formado por cuatro motores Krupp y con una potencia de 3.200 caballos, acoplados a dos generadores AEG, de 1.350 kilowatios, que le permitió alcanzar en las pruebas de mar una velocidad de 14 nudos. Por entonces, el yate Hussar V era un buque de 2.492 toneladas de registro bruto, siendo sus principales dimensiones 109,50 metros de eslora total -incluido el bauprés-, 14,94 de manga, 8,53 de puntal y 5,13 de calado máximo.

Tiempo después Marjorie se divorció de su esposo y en el reparto de bienes a su favor figuró el famoso barco, que cambió su nombre por el de Sea Cloud. A partir de entonces, el barco fue puesto a disposición del servicio diplomático de EE.UU. En su viaje de luna de miel, el presidente Franklin D. Roosevelt viajó a bordo y visitó la República Dominicana, invitado por el dictador Rafael Leónidas Trujillo.

Durante 1934 realizó un largo crucero de seis meses de duración, teniendo como únicos pasajeros a Marjorie y la hija de ésta, Nedina Hutton -más tarde convertida en la actriz Dina Merrill- y otros seis amigos y una dotación de 72 tripulantes, viajando desde Galápagos a Alaska y Montecarlo, sin que por ello, gracias a las innovaciones técnicas de que disponía, la señora Post dejara de controlar su imperio económico.

En 1935 Marjorie Post contrajo segundas nupcias con el diplomático norteamericano Joseph Edward Davis. En julio de 1937, Davis fue nombrado embajador de EE.UU. en la Unión Soviética. A su llegada a Moscú, y mientras la residencia oficial de la embajada era convenientemente barrida y equipada con los sistemas de la época para evitar las escuchas de los rusos, la esposa del flamante embajador sugirió que el yate Sea Cloud se convirtiera en la embajada flotante de EE.UU.

Entonces el casco se pintó de blanco -hasta entonces había sido negro- y Davis atracó el famoso yate en el puerto de Leningrado, en el que hizo varios viajes por el Báltico, Mar del Norte y Mediterráneo. El propio Stalin prohibió a los ciudadanos soviéticos, bajo severa advertencia, de que siquiera mirasen aquel «decadente producto del capitalismo». En 1938 realizó su último crucero antes de la Segunda Guerra Mundial, zarpando de Odessa en un viaje por el Mar Negro que finalizó en Estambul.

En 1942, a petición del presidente Roosevelt, el velero fue cedido por Marjorie Post al U.S. Coast Guard por el precio simbólico de un dólar anual y prestó servicios como guardacostas en el Atlántico Norte con el nombre de USS Sea Cloud y el numeral IX-99. En los primeros meses de la contienda fue utilizado como estación meteorológica y también intervino en el hundimiento de un submarino alemán, por lo que fue recompensado.

En noviembre de 1944 fue retirado del servicio militar activo y devuelto a su propietaria. Por espacio de dos años permaneció amarrado realizando obras de gran carena, que se prolongaron por las dificultades que entonces existían para rehabilitar el aparejo. En 1947 volvió de nuevo a navegar, inaugurando esta nueva etapa de su vida marinera con un viaje a La Habana.

En 1955 lo adquirió el dictador Rafael Leónidas Trujillo, en medio millón de dólares. En los astilleros de Alabama fue reformado -se le instalaron cuatro nuevos motores diesel Enterprise, con una potencia de 6.000 caballos y 12 nudos de velocidad-, siendo clasificado como yate presidencial y rebautizado Angelita, en honor de la hija menor del presidente dominicano, haciéndose cargo del mismo la Marina de Guerra del citado país. Utilizado con frecuencia por el hijo de éste, Rafael «Ramfis» Trujillo, durante varios meses navegó con el nombre de Angelita y alcanzó holgada fama por sus excesos entre las estrellas de cine de la época en Hollywood, en sus célebres cruceros por el Caribe y el cruce del canal de Panamá.

Sin embargo, la ironía de un miembro de la Cámara de Representantes de EE.UU. cuando solicitó al Congreso que la mitad de la ayuda económica que su país prestaba a la República Dominicana fuera directamente entregada a «Ramfis» Trujillo para mantener sus derroches, provocó un escándalo en el que el dictador dominicano se vio obligado a intervenir y el yate recuperó el nombre de Patria. El 30 de mayo de 1961, un atentado acabó con la vida de Trujillo y su cadáver fue evacuado a bordo de este buque en la huida de su hijo Ramfis y de sus colaboradores más inmediatos.

Cuando el Gobierno dominicano de Balaguer recuperó el buque en Francia, regresó de nuevo al país y fue rebautizado Patria. En 1963, un empresario llamado John Blue compró el buque en 725.000 dólares. En 1968 fue vendido en dos millones de dólares a Cliff Barbour, un poderoso hombre de negocios de Tennessee, que invirtió otros dos millones de dólares en devolverle su antiguo esplendor.

Dos años después largó de nuevo el aparejo con el nuevo nombre de Antarna. Con base operativa en Nueva York comenzó una nueva etapa como buque-escuela de la Oceanic School para el aprendizaje de la navegación a vela. Sin embargo, tiempo después surgieron problemas con la citada Oceanic School y la situación se complicó a raíz de una denuncia sobre tráfico de drogas en el Caribe.

Perseguidos por la justicia federal, Stephanie Gallagher, directora de la Oceanic School y su marido huyeron de EE.UU. a bordo del yate Antarna en un viaje a Vera Cruz y más tarde a Panamá, donde fueron detenidos por una denuncia de Cliff Barbour por piratería y mandamiento de captura de las autoridades norteamericanas. El yate Antarna quedó intervenido e inmovilizado en el puerto de Colón, donde pasó seis largos años.

En 1978, el capitán Hartmunt Parschburg -en representación de un grupo de inversores europeos- entró en contacto con el propietario del yate y lo compró en 800.000 dólares -frente a los 17 millones que su propietario pedía cuatro años antes- y con una dotación compuesta por 40 jóvenes alemanes y después de un intenso trabajo, el 7 de octubre del citado año se hizo a la mar rumbo a Hamburgo.

Cuando la señora Gallagher superó sus problemas con la justicia de EE.UU., interpuso una demanda judicial contra los nuevos propietarios del buque, exigiéndoles 1.400.000 dólares en concepto de daños y perjuicios. Los alemanes no hicieron caso. Según sus asesores jurídicos, las reclamaciones de la antigua propietaria afectaban a Cliff Barbour y no a su nuevo propietario. Sin embargo, cuando el yate Sea Cloud se disponía a recalar en Horta (Azores), la autoridad marítima comunicó que el barco estaba arrestado, pese a lo cual continuó su viaje perseguido tras su estela por un patrullero portugués.

Con el aparejo aferrado, el yate "Sea Cloud" arriba a Santa Cruz de La Palma

El yate "Sea Cloud", al resguardo del Risco de la Concepción

Barco y ciudad marinera forman un binomio de prestigio

Nueva etapa
En 1979, cuando el barco contaba 47 años de vida marinera, el legendario Sea Cloud fue sometido a obras de gran carena y reformas en los astilleros de Hamburgo, que le devolvieron su antiguo esplendor. Dotado de 34 cabinas repartidas en la cubierta principal y en la cubierta superior, en diferentes niveles de lujo, dotado de los últimos adelantos técnicos de la navegación y las comunicaciones, y enarbolando en el tope la contraseña de la compañía alemana Hansa Cruise Co., el histórico yate inició el primer viaje de su nueva etapa al mando del capitán Parschburg.

La oficialidad estaba formada por veteranos de la Marina Mercante alemana y el resto de la tripulación la componían unas sesenta personas de diferentes nacionalidades muy cualificadas en cada una de sus funciones, tanto desde el manejo del aparejo y cubierta, como en máquinas y, sobre todo, en el servicio a bordo, destacando especialmente la galería de cocineros y camareros con un reconocido chef al frente.

Sin embargo, el capitán Parschburg, quizás pensando en que los portugueses se habían olvidado del incidente registrado en 1978, cometió un grave error cuando arribó al puerto de Oporto, siendo detenido y embargado por las autoridades del país lusitano durante casi tres meses. Cada día de inmovilización costaba a sus armadores 17.000 marcos. Al final, la situación se resolvió con el ingreso en un banco de aquella ciudad de la módica cantidad de 1.400.000 dólares reclamados por la emprendedora dama norteamericana, quedando de ese modo zanjado el asunto.

Durante años, el yate Sea Cloud ha estado dedicado, casi en exclusividad, al selecto mercado alemán y centroeuropeo. Sin embargo, en los últimos tiempos, la compañía armadora Sea Cloud Cruises abrió también las puertas al no menos selecto mercado de EE.UU. En la actualidad tiene capacidad máxima para 69 pasajeros y 60 tripulantes y en su programación anual figuras sugerentes itinerarios por el Caribe, las pequeñas Antillas -Virgin Gorda, Jost van Dyke, Anguila, St. Barts, St. Kitts, St. Thomas, St. Marteen, Antigua… – cruzando después el Atlántico para hacer un recorrido por las Islas Canarias y Madeira y, a continuación, emprender la ruta del Norte de Europa y el Mediterráneo, convirtiéndose siempre en llamativo objeto de distinción.

Desde febrero de 2001, el veterano Sea Cloud tiene un compañero de singladuras llamado Sea Cloud II. Es un buque de factura netamente española, proyectado por la empresa SENER, fundada a finales de la década de los años cincuenta por el prestigioso ingeniero naval Enrique de Sendagorta Aramburu y construido en Astilleros Gondán (Asturias).

Se trata de un buque de 3.849 toneladas de registro bruto y mide 117 metros de eslora total incluído el bauprés -81,50 entre perpendiculares-, 16 de manga, 9,5 de puntal y 5,70 de calado máximo. Aparejado de barca de tres palos, despliega 24 velas con una superficie de 3.400 metros cuadrados. Además del casco, los mástiles de este velero están fabricados en acero naval de gran resistencia. La guinda -o altura total del palo mayor- mide 61 metros.

Con el aparejo desplegado alcanza una velocidad normal de siete nudos, aunque con vientos constantes y en determinadas condiciones de mar puede alcanzar 16 nudos. Cuando los vientos no son propicios, dispone de dos motores Mak, con una potencia de 3.372 caballos, que le permite alcanzar una velocidad máxima de 14,7 nudos.

Tiene capacidad para 96 pasajeros en diferentes categorías de camarotes, aunque todos ellos de muy alto nivel y una tripulación de 63 personas. En su concepción y diseño, los armadores siguieron la línea del histórico Sea Cloud y en su construcción invirtieron 40 millones de dólares. En su viaje inaugural, en la fecha indicada, zarpó desde el puerto de Las Palmas en un crucero de una semana de duración, y desde entonces es un asiduo visitante del puerto de Santa Cruz de La Palma, señalando con su presencia un nuevo hito en la historia marinera y turística de la Isla.

 Publicado en DIARIO DE AVISOS, 8 de octubre de 2006

Fotos: Ernesto Méndez (Santa Cruz de La Palma)



Un barco llamado «Santa María de las Nieves»

Juan Carlos Díaz Lorenzo

A comienzos de la década de los años sesenta, Compañía Trasmediterránea había planificado la progresiva retirada de los correillos negros de los servicios interinsulares de Canarias. Para ello, en abril de 1962 contrató la construcción de tres buques gemelos destinados a las líneas del archipiélago, con entregas previstas entre 1963 y 1964, que serían los primeros barcos nuevos que navegarían en las islas después de algo más de ¡50 años!, desde el primer semestre de 1912.

Por entonces el capitán de navío Leopoldo Boado Endeiza era subsecretario de la Marina Mercante y Compañía Trasmediterránea, accionista y uno de los principales clientes de la cartera de trabajo del astillero Unión Naval de Levante, donde se construyeron los nuevos buques de la denominada serie «pelícano», unos barcos balanceros y de poca máquina que la voz marinera popular bautizó con el mote de los «mariquitas blancos».

Sobre el proyecto eran unidades de 1.200 toneladas brutas, 623 netas y 454 de peso muerto, siendo sus principales dimensiones 67 metros de eslora total -59,44 entre perpendiculares-, 11 de manga, 5,19 de puntal y 3,17 de calado máximo. Estaban propulsados por dos motores diesel, fabricados bajo licencia por la Maquinista Terrestre y Marítima, en Barcelona, con una potencia de 1.750 caballos y 15,25 nudos de velocidad en pruebas de mar.

Los tres buques recibieron los nombres de Santa María del Pino, Santa María de la Candelaria y Santa María de las Nieves, bautizados así en honor de las patronas de Gran Canaria, Tenerife y La Palma, respectivamente. Tenían capacidad para 227 pasajeros: 18 en primera clase, 60 en segunda y 135 butacas en tercera clase, en un salón con ventanales por ambas bandas de ingrato recuerdo y otros 14 en el salón del bar, situado debajo del puente.

Salón de butacas de los buques de la serie pelícano

Bar de proa del buque "Santa María de las Nieves"

«Santa María del Pino»
El primer buque de la serie fue el Santa María del Pino, construcción número 84 del citado astillero. El 8 de junio de 1963 se procedió a la botadura y el 22 de agosto siguiente realizó las pruebas de mar, siendo entregado en ese mismo día a sus armadores.

El 27 de septiembre de 1963, al mando del capitán Gonzalo Molina Hernández, llegó a Santa Cruz de Tenerife en su primer viaje. Poco después de su estreno en estas aguas auxilió y remolcó al pesquero Vicentuco, que había quedado a la deriva cuando se dirigía al puerto de Arrecife.

En abril de 1964 sufrió una avería en uno de los motores principales, que lo mantuvo inoperativo hasta el mes de julio. Trasmediterránea pensaba sustituirlo por el vapor Gomera, pero las críticas en los medios informativos locales arreciaron del tal modo que el relevo lo hizo su gemelo Santa María de la Candelaria. En diciembre de ese mismo año hizo viaje al astillero valenciano para realizar reformas en el salón de butacas y en otras dependencias, así como verificar la instalación de las quillas de balance. Los trabajos se prolongaron por espacio de cuatro meses y durante ese tiempo fue sustituido por el vapor Viera y Clavijo.

En junio de 1971 prestó servicio en la línea Ciudadela-Cabrera, en la que se encontraba cuando auxilió al vapor Mallorca, que había embarrancado en la playa de Los Dolores cuando salía de Ibiza en viaje a Palma, en el mismo lugar donde en 1932 había varado el destructor de la Armada española José Luis Díez. El pasaje fue desembarcado y transbordado al buque Santa María del Pino, mientras que el veterano Mallorca fue reflotado con la ayuda del remolcador Sertosa 9, sin que se apreciaran daños importantes.

En febrero de 1980, el consejo de administración de Compañía Trasmediterránea acordó la venta de este buque. La Dirección General de la Marina Mercante lo autorizó el 25 de abril siguiente y, a continuación, el buque Santa María del Pino quedó amarrado en el puerto de Palma de Mallorca a la espera de acontecimientos.

El 8 de julio siguiente se firmó un contrato con el empresario Antonio Triay Llopis, en 15 millones de pesetas, pero el comprador no se hizo cargo del barco en la fecha acordada por lo que el contrato quedó resuelto y se puso de nuevo en venta, siendo adjudicado a Salvamento y Demolición Naval, de Barcelona, en 6.300.000 pesetas y desguazado en Vilanova i Geltrú en diciembre de ese mismo año.

«Santa María de la Candelaria»
El segundo buque de la serie, construcción número 85, realizó las pruebas de mar el 9 de marzo de 1964 y a continuación fue entregado a Compañía Trasmediterránea. El capitán Leopoldo Rojas Mateos fue su primer titular. Debido a la fuerte demanda de pasaje entre Palma y Valencia con motivo de las Fallas, realizó dos viajes extraordinarios en la citada línea y el 1 de abril siguiente se celebró una recepción a bordo en el puerto tinerfeño con motivo de su incorporación a los servicios interinsulares.

El 19 de diciembre de 1964, en viaje de Sebastián de La Gomera a la capital tinerfeña, nació a bordo un niño, cuando el barco navegaba frente a la costa de El Socorro, en Güímar. La madre, acompañada de su esposo y de un médico que había aconsejado su traslado a Santa Cruz de Tenerife, dio a luz con normalidad y el recién nacido recibió el nombre de Juan Bautista del Mar.

El capitán del buque Santa María de la Candelaria contactó a través de la estación radiocostera con la clínica Llabrés y cuando atracó en el muelle Sur había dispuesta una ambulancia para el traslado de la madre y su retoño. La familia Medina Tomé residía en Lomo de San Pedro (Hermigua) y el recién nacido era el cuarto de sus hijos. El médico que atendió a la madre, María Rosa Tomé Cámara, era el doctor Emilio Muñiz.

En julio de 1969 el buque se desplazó al sector de Baleares para cubrir la línea Barcelona-Valencia y con posterioridad volvió en varias ocasiones a Canarias. El 23 de febrero de 1974 varó en el bajo de El Guincho, próximo a Playa de las Américas, cuando cubría la línea San Sebastián de La Gomera-Los Cristianos. En su auxilio acudió el remolcador Punta Anaga -capitán, José Bastida-, que pudo reflotarlo y lo remolcó a NUVASA donde reparó las averías. Durante este tiempo, la incidencia fue cubierta por el buque Santa María de las Nieves.

En 1975, tras la incorporación de los buques Ciudad de La Laguna y Villa de Agaete, y después de haberse cancelado otros proyectos de comunicaciones interinsulares tanto en Baleares como en Canarias, Trasmediterránea decidió, en octubre de 1980, la venta de este buque, para lo que solicitó la autorización de la Dirección General de la Marina, que contestó el 5 de enero de 1981 y se renovó sucesivamente el 29 de julio de 1981 y el 11 de marzo de 1982.

Se recibieron ofertas de Naviera Subirats y del empresario Santiago Colombás. La primera se interesó por los buques Santa María de la Candelaria y Santa María de las Nieves y el segundo, por uno u otro. Al final no hubo acuerdo y el 10 de mayo de 1982 se acordó la venta del buque a Demolición Naval e Industrial para desguace, en 3.600.000 pesetas, con entrega en el puerto de Palma de Mallorca, donde se encontraba desde hacía varias semanas, siendo posteriormente remolcado a Vilanova i Geltrú, donde se le corrió soplete.

«Santa María de las Nieves»
La construcción número 87 del astillero valenciano resbaló por la grada el 7 de marzo de 1964. El 16 de octubre de ese mismo año realizó las pruebas de mar y a continuación se procedió a su entrega a Compañía Trasmediterránea. Entre las autoridades presentes se encontraba el alcalde de Santa Cruz de La Palma, Gabriel Duque Acosta, que obsequió una imagen de la Nuestra Señora de las Nieves al capitán Antonio Botella Gozalvo, para su colocación en la cámara del buque.

Recién entregado efectuó dos viajes en la línea Valencia-Palma de Mallorca y el 25 de octubre fue despachado para Las Palmas de Gran Canaria, vía Cádiz. El 1 de noviembre arribó en su primera escala al puerto de Santa Cruz de Tenerife y a continuación hizo viaje a La Gomera y El Hierro, a donde llegó el día siguiente. El nuevo buque relevaba al vapor Viera y Clavijo, que pasó a cubrir la línea del Sahara.

El 5 de noviembre hizo su primera escala en el puerto de Santa Cruz de La Palma. El presidente del Cabildo Insular de La Palma, Manuel Pérez Acosta, obsequió al capitán con un óleo de la Caldera de Taburiente, obra del afamado artista palmero Francisco Concepción.

En noviembre de 1968 fue destinado al sector de Baleares para cubrir la línea Ciudadela-Cabrera, en sustitución del veterano Ciudad de Algeciras. Posteriormente volvió de nuevo a Canarias, donde se encontraba el 24 de julio de 1973, en viaje por la costa sur de Tenerife y auxilió al yate Tigris que amenazaba con hundirse.

Botadura del buque "Santa María de las Nieves"

El buque "Santa María de las Nieves", en pruebas de mar

Cinco años después, cuando se había dispuesto su retorno a Baleares, el buque Santa María de las Nieves registró el percance más importante de su vida marinera, cuando navegaba de Tenerife a Palma de Mallorca y el 12 de marzo de 1978 embarrancó en las proximidades de Cabo Espartel.

Ponerlo de nuevo a flote resultó una tarea ardua, ya que había varado en un banco de arena y en las horas de bajamar no podían acercarse los remolcadores que trataban de auxiliarlo. Al final se consiguió después de varios días de trabajos, siendo remolcado a Cádiz donde entró en dique seco para reparar los desgarres que había sufrido el casco. En agosto del citado año se incorporó a las líneas Palma-Mahón y Palma-Ibiza.

En octubre de 1980, el consejo de administración de Compañía Trasmediterránea acordó la venta de este buque, para lo cual solicitó autorización a la Dirección General de la Marina Mercante, que fue concedida en enero de 1981.

Se recibieron varias ofertas, entre ellas una de Naviera Subirats, de Palma de Mallorca, que se interesó por la compra de este buque y de su gemelo Santa María de la Candelaria, ofertando 17,5 millones de pesetas por ambas unidades, con entrega en un astillero sin carga adicional por parte del comprador. Asimismo, el empresario Santiago Colombás Llul ofreció 15,5 millones para convertirlo en sala de juego, pero ninguna de estas ofertas prosperaron.

El 3 de febrero de 1982 se firmó en Madrid un acuerdo con la compañía Globe Lines Overseas Ltd., de Jersey, para la venta del buque en 300.000 dólares, siendo exportado a Sudáfrica. Desde hacía varios meses se encontraba amarrado en Palma de Mallorca en espera de acontecimientos, siendo entregado a sus compradores en Barcelona y rebautizado Royal Zulú, con matrícula de Durban y contraseña de Lloyd’s Coast Lines.

"Royal Zulu", ex "Santa María de las Nieves"

El 20 de febrero de ese mismo año arribó al puerto de Las Palmas cuando iba en viaje a Ciudad del Cabo, al mando del capitán A.M. Kennedy, de nacionalidad inglesa, con una tripulación de 17 hombres, para suministrarse 80 toneladas de gasoil y 3.000 litros de aceites lubricantes.

En octubre de 1992 fue desguazado en Durban, a cargo del chatarrero Nathan Scrap. Entonces figuraba en el Lloyd’s como propiedad de C.H. Bailey plc y abanderado en Islas Caymán.

Los dos últimos
En abril de 1963 Trasmediterránea contrató otros dos buques de la serie «pelícano», que presentaban algunas diferencias en relación con los tres anteriores. Con algo más de potencia de motores -2.000 caballos- la línea exterior, a diferencia de una chimenea mástil popel, era muy parecida. El salón de butacas de tercera clase se había suprimido, tenían aire acondicionado, circuito cerrado de televisión y la grúa de la bodega de proa se había sustituido por dos puntales más útiles. Las prisas en entregarlos hicieron que vinieran sin estabilizadores.

Recibieron los nombres de Santa María de la Caridad y Santa María de Paz y entraron en servicio en marzo y julio de 1967. Estos buques, pese a las mejoras que incorporaban, fueron duramente contestados por la opinión pública y los medios informativos. El proyecto defendido por el subsecretario de la Marina Mercante, de que eran «idóneos» para los servicios de Canarias, encontró escaso eco.

En enero de 1984, ambos buques, así como el ferry Isla de Menorca, se vendieron al grupo griego Pyrgi Chios Shipping. El primero, rebautizado Irene y con pabellón hondureño, pasó a llamarse Cyprus Express en 1985 y ese mismo año fue rebautizado María I, con bandera chipriota. En 1987, con el nuevo nombre de Estrela do Mar, enarboló la contraseña de Irene Marine Co. Ltd. En 1999 pasó a la propiedad de la compañía filipina Coco Explorer Inc., siendo rebautizado Coco Explorer 1, situación que mantiene en 2005, según datos del Lloyd’s Register.

Por lo que se refiere al buque Santa María de la Paz se rebautizó María abanderado en Honduras. En 1985 se vendió a la naviera China Ocean Shipping Co. (COSCO), siendo matriculado en Guanzhou-Canton con el nuevo nombre de Dong Hu

Puente de mando de los buques tipo "Santa"

"Santa María de la Caridad", gemelo del "Santa María de la Paz"

Publicado en DIARIO DE AVISOS, 31 de julio de 2005

Fotos: Trasmeships, interesante página sobre Compañía Trasmediterránea, de Laureano García



El retorno de Trasatlántica a La Palma

Juan Carlos Díaz Lorenzo

Con las primeras escalas de los buques portacontenedores Canaria y su gemelo Fernando M. Pereda en el puerto de Santa Cruz de La Palma, los días 8 y 15 de junio, respectivamente, la histórica Compañía Trasatlántica Española reanuda su presencia en la isla después de una prolongada ausencia. Y lo hace formando parte del servicio denominado «Transcanarias», línea semanal entre Canarias, Alicante, Valencia y Barcelona, incrementando así la capacidad de transporte de contenedores para fruta, carga refrigerada y seca.

Se trata, sin duda, de una buena noticia para el transporte marítimo de La Palma. Trasatlántica, propiedad desde 1994 del Grupo Odiel, tiene en explotación dos buques «full container» llamados Canaria y Fernando M. Pereda, a los que se sumarán otros dos buques de su mismo tipo, el primero de los cuales, bautizado con el nombre de Ruiloba, se encuentra en fase de armamento en los astilleros Hijos de J. Barreras, en Vigo, donde también está en grada el segundo buque.

El nuevo servicio de Trasatlántica desde el puerto palmero -a cuyo acto de presentación asistió el presidente y consejero delegado de la compañía, Javier Villasante-, ha sido celebrado por las autoridades competentes y, sobre todo, por los exportadores fruteros, puesto que compite con la misma línea que mantiene desde hace años Naviera Pinillos, tanto en itinerario como en fecha de operaciones. De la consignación de ocupa la delegación de Acciona-Trasmediterránea.

Los buques Canaria y Fernando M. Pereda son dos portacontenedores puros construidos en los astilleros Hijos de J. Barreras, en Vigo, y puestos en servicio en 1998. Se trata de unidades de 10.540 GRT y 13.300 TPM, que miden 149,20 metros de eslora total -135,20 entre perpendiculares-, 23 de manga, 11,20 de puntal a la cubierta principal y 8,40 de calado máximo. La capacidad de carga es de 977 TEUS (unidades de 20 pies), de ellos 364 en bodegas y 613 sobre tapas de escotillas y cubierta. Del total, 150 contenedores pueden ser frigoríficos. El equipo propulsor está formado por un motor diesel MAN B&W 6S50MC, reversible de dos tiempos, sobrealimentado, capaz de una potencia máxima continua de 11.640 caballos a 127 revoluciones sobre un eje con hélice de paso fijo, que alcanzó en pruebas de mar una velocidad de 17,7 nudos. La autonomía es de 7.500 millas.

El primero de los buques citados salió a navegar con el nombre de Marqués de Comillas. En 2000 fue rebautizado Canarias y desde 2005 ostenta el nombre de Canaria. Por lo que se refiere al segundo, hace honor a la memoria del armador cántabro Fernando María de Pereda, destacadísimo personaje de la Marina Mercante española desde la posguerra, a cuya iniciativa se deben, entre otras, empresas como Naviera Estelar, Naviera de Castilla, Transportes de Petróleos, Naviera Montañesa, Transportes Frigoríficos Marítimos, Financiera Montañesa y Naviera del Odiel.

El buque portacontenedores "Canaria", en el puerto palmero

Compañía Trasatlántica Española, una de las empresas navieras más importantes de España en el transcurso de los últimos 150 años, posee una vieja relación con el puerto palmero, que suma más de un siglo. En diciembre de 1899, gracias a las gestiones de Juan Cabrera Martín, consignatario en Santa Cruz de La Palma, el vapor Montevideo inauguró las escalas de los «vapores del 19», como así fueron conocidos estos barcos, en referencia al día del mes en que recalaban al resguardo del Risco de la Concepción.

Trasatlántica arraigó pronto en las preferencias de los pasajeros entre La Palma y Cuba. Con el paso de los años y las necesidades del servicio, otros barcos de esta compañía mantuvieron la línea, hasta que a finales de la década de los veinte fueron relevados por los históricos Magallanes, Juan Sebastián Elcano y Marqués de Comillas. El servicio se mantuvo hasta el cierre de las líneas de la emigración, a comienzos de los años treinta, cuando los efectos del «crack» de 1929 lastraron todo intento de supervivencia.

Cuando empezó la emigración a Venezuela, y por espacio de casi treinta años, miles de palmeros viajaron a bordo de los «liners» de Trasatlántica, embarcando en Santa Cruz de Tenerife. En la memoria de muchos paisanos está grabada la imagen, entre otros, de los buques Habana, Marqués de Comillas, Satrústegui, Virginia de Churruca, Begoña y Montserrat. Sería en los últimos años de esta etapa cuando el puerto palmero acogería de nuevo la presencia de un barco de pasaje de Trasatlántica.

El 28 de mayo de 1970 arribó el trasatlántico Begoña -capitán, Gerardo Larrañaga-, en viaje directo desde La Guaira y Puerto España (Trinidad) después de ocho singladuras, para desembarcar a 110 pasajeros que regresaban a su tierra natal con motivo de las Fiestas Lustrales de Nuestra Señora de las Nieves. Una multitud se congregó en el muelle, paseo y avenida marítima, para tributar un cariñoso recibimiento al Begoña, que atracó estribor al muelle en maniobra dirigida por el práctico José Amaro Carrillo. El trasatlántico entró empavesado y al enfilar la bahía lanzó una salva de cohetes e hizo sonar la sirena en saludo a la ciudad. Aquel día memorable compartían atraque los buques españoles Sierra Madre y Plus Ultra y a medianoche continuó viaje a Santa Cruz de Tenerife, Vigo y Southampton.

El incremento de actividad industrial de la fábrica de Tabacos Capote, y posteriormente, de Reynolds, ambas situadas en El Paso, determinó la presencia esporádica de otros barcos de Trasatlántica para descargar fardos de tabaco en rama. Recordamos, de esta época, la presencia de los buques Ruiseñada, Comillas, Coromoto, Galeona, Valvanuz, Roncesvalles, Belén y Guadalupe I -gemelo del Candelaria-, que hizo su primera escala en marzo de 1987. Sin embargo, el cese de la actividad de Reynolds, además de un fuerte varapalo para la actividad industrial de la isla y un recorte considerable del tráfico portuario de exportación, provocó asimismo el cese de la presencia de los barcos de Trasatlántica, a cuyo cargo estaba una parte de dicho tráfico.

Ahora, con el retorno de Trasatlántica se abre una nueva etapa para la historia del transporte marítimo de la isla y se cumplen nada menos que 155 años desde que comenzara sus singladuras el vapor de ruedas General Armero, construido en Filadelfia, primero de los barcos de Antonio López y López, un indiano que en 1849 había hecho amistad en Santiago de Cuba con Patricio de Satrústegui y decidieron establecer un servicio de cabotaje entre Guantánamo y Santiago, dando una vuelta completa a la Isla. El servicio fue autorizado por el Gobierno central el 5 de marzo de 1851. Su primer barco fue el vapor de ruedas General Armero y comenzó a navegar en 1852. En 1853, Antonio López trasladó su residencia de La Habana a Madrid y fundó la sociedad Antonio López y Cía. para el servicio entre Alicante y Marsella.

Tras adjudicársele en 1861 el servicio a las Antillas en ese mismo año, Antonio López trasladó la gerencia de la empresa a Barcelona y adquirió otros cinco barcos, entre ellos el vapor Cantabria, hundido en la bahía de San Sebastián de La Gomera. En 1868 revalidó el contrato con lo que asumió un protagonismo destacado durante todo el proceso de la guerra de Cuba. En 1877 obtuvo por tercera vez el concurso de las comunicaciones y un año después se inauguró el nuevo dique seco e instalaciones anexas en la factoría de Matagorda (Cádiz).

El 1 de julio de 1881 quedó constituida la Compañía Trasatlántica Española. Con la incorporación de nuevos barcos -entre ellos el vapor Antonio López, en homenaje al fundador, fallecido en 1883, a quien el rey Alfonso XII había concedido el título de marqués de Comillas- y la adquisición de la flota del marqués de Campo -once unidades al precio de once millones de pesetas- se contrató con el Estado la extensión de la línea desde Cuba a los puertos de Veracruz, Nueva York y Colón, así como servicios a Marruecos, Guinea y Fernando Poo y los puertos del Plata. Para el servicio con Manila adquirió los tres «Islas» de la Compañía General de Tabacos de Filipinas, que era otra de sus empresas. En 1894, la flota de Trasatlántica poseía 33 barcos que sumaban 93.500 TRB.

Tras los episodios de la guerra de 1898, en la que la compañía desempeñó un relevante papel en su condición de flota auxiliar, llegaría el siglo XX con la incorporación de nuevos buques, entre ellos los históricos Reina Victoria Eugenia e Infanta Isabel de Borbón, que fueron el canto del cisne de la Marina Mercante española de la época y duros competidores de los trasatlánticos de Pinillos, Izquierdo y Cía., entre ellos los míticos Príncipe de Asturias e Infanta Isabel.

A comienzos de la década de los años veinte, la compañía afrontó un programa de nuevas construcciones con la Sociedad Española de Construcción Naval para la renovación de la flota, de la que salieron los nuevos trasatlánticos Alfonso XIII, Cristóbal Colón, Manuel Arnús, Magallanes, Juan Sebastián Elcano y Marqués de Comillas. Tras las vicisitudes de la década de los treinta y la guerra civil española, la compañía fue intervenida por el Estado y sería a partir de mediados de la década de los cincuenta cuando comenzó su resurgir con su indudable protagonismo en las líneas de Venezuela y Sudamérica.

En 1978, Trasatlántica se integró en el Instituto Nacional de Industria, siendo controlada por la presidencia de la Empresa Nacional Elcano. Pasarían casi veinte años, etapa en la que fueron construidos los buques Pilar y Almudena, puestos en servicio en 1981 y 1982, los mayores portacontenedores españoles de su tiempo y se reforzó el servicio caribeño con otros buques de segunda mano. Trasatlántica fue privatizada en 1994 y desde entonces pertenece al Grupo Odiel. Este poderoso grupo empresarial tiene sus orígenes en Naviera del Odiel, sociedad fundada en Huelva el 21 de febrero de 1956, que comenzó sus singladuras como compañía armadora con una flota de seis barcos convencionales, dedicados al tráfico «tramp», sobre todo con el Norte de Europa, llamados Puerto de Huelva, Puerto de Ayamonte, La Giralda, La Rocina, La Laja y La Rábida.

A finales de la década de los sesenta, con la incorporación de nuevos socios y la asimilación de nuevas ideas, la actividad naviera quedó en segundo plano y en 1969 asumió la función de agente general para España de la compañía norteamericana Sea-Land Service Inc., desarrollando sus funciones como agencia marítima. Para ello se organizó una completa red de agencias por toda la geografía marítima nacional, incluyendo Canarias y Marruecos y, al mismo tiempo, conectada a la red mundial de Sea-Land.

En la década de los setenta los esfuerzos se concentraron en el desarrollo y plena operatividad de las terminales de contenedores, que figuran entre las más activas del país, moviendo más de medio millón de unidades y aproximadamente el 40% del tráfico de contenedores de los puertos españoles, ubicándose éstos en Algeciras, Valencia y Bilbao, lo que permite una cobertura Atlántico-Mediterráneo casi total, considerando que entonces controlaba también la línea «feeder» de Lisboa entre el Norte de España y Algeciras.

A finales de los años setenta, Naviera del Odiel renació como sociedad armadora con la construcción y puesta en servicio del buque Desafío, con una capacidad de 382 TEUS, que comenzó sus singladuras en 1979 cubriendo la línea Algeciras-Valencia-Barcelona-Fos. En esta etapa, Naviera del Odiel se lanzó al gran desarrollo en su actividad como agencia marítima, lo que tradujo en su nominación como agente general de KoÇtug Denizcilik ve Ticaret de Estambul, con líneas entre Turquía, Mediterráneo y transbordos a América; Montemar, con líneas entre el Río de la Plata y Europa; CCNI. de Santiago de Chile, con líneas entre Pacífico y Norte de Europa; Navicar, con transporte de automóviles entre el Mediterráneo y las Islas Canarias; Med-Link, con línea entre Bulgaria/Barcelona, y otras.

En 1985, con la incorporación de los buques Puerto Santoña y Puerto Suances comenzó la línea regular entre los puertos de Algeciras, Las Palmas y Santa Cruz de Tenerife. Más tarde se fundaría la sociedad CONADE, con sede en Casablanca, y se la dota del buque Inezgane, ex Puerto Suances, para cubrir la línea regular entre la Península y Marruecos, con trasbordo en Algeciras, que por entonces se había convertido en una de las terminales más importantes del Mediterráneo.

Otros acontecimientos importantes de esta época fueron la adquisición de una participación significativa en la compañía Navicón y la ampliación de la cobertura de agencias con las nominaciones como agentes generales de Secil Marítima de Angola y Eurotainer de París. Las agencias de aduanas se agrupan para adaptarse a la normativa de la CE y comienzan sus actividades bajo la denominación de Naypemar. Con la incorporación, en 1994, de Compañía Trasatlántica Española, el Grupo Odiel consolida así su cobertura y se sitúa entre las primeras empresas marítimas españolas y en una respetable posición internacional, todo ello avalado, además, por su fortaleza financiera y comercial y su dilatada experiencia en el sector.

Publicado en DIARIO DE AVISOS, 17 de junio de 2007

 



«Benchijigua Express»: el reto más grande de Fred. Olsen

Juan Carlos Díaz Lorenzo

Por espacio de algo más de sesenta años, desde 1930 hasta 1995, el servicio marítimo entre Tenerife y La Palma estuvo atendido en exclusividad por Compañía Trasmediterránea y consistía en tres enlaces semanales desde la capital de la provincia, primero a cargo de los históricos correíllos negros -entre ellos el legendario vapor La Palma-, que compartieron singladuras hasta mediados de los años sesenta con otros buques de mayor porte: Ciudad de Melilla, Ciudad de Mahón, Plus Ultra, Ciudad de Huesca, Ciudad de Teruel y la insufrible serie de los buques de la serie «pelícano»: Santa María del Pino, Santa María de la Candelaria, Santa María de las Nieves, Santa María de la Paz y Santa María de la Caridad.

Con carácter transitorio lo hicieron las motonaves Ciudad de Burgos y Ciudad de Granada, así como los buques de la línea Península-Canarias que hacían escala en el puerto palmero: Ciudad de Sevilla, Villa de Madrid, Villa de Bilbao y Ciudad de Pamplona, entre otros.

En 1979 el servicio de Compañía Trasmediterránea experimentó una sensible mejora con la incorporación de los buques Ciudad de La Laguna y Villa de Agaete, que realizaban tres enlaces semanales con escalas en La Gomera y El Hierro. En 1981 y 1982 navegaron los dos «ferries» que ostentaron el nombre de Ciudad de Santa Cruz de La Palma, ex Cabo San Jorge y ex Cabo San Sebastián. En mayo de 1992 se incorporó el «ferry» Juan J. Sister, en una escala semanal en la línea Canarias-Cádiz y en junio de 1993 y enero de 1994 llegaron los nuevos «ferries» Las Palmas de Gran Canaria y Santa Cruz de Tenerife.

La presencia de Fred. Olsen en La Palma no es nueva. Desde la década de los años treinta del siglo XX, las motonaves fruteras de la compañía naviera fundada a mediados del siglo XIX en la antigua Christiania, actual Oslo, estrecharon lazos comerciales con el puerto de Santa Cruz de La Palma. Cuatro buques, puestos en servicio entre 1930 y 1933 y ejemplo de modernidad en su momento, recibieron los nombres de Bañaderos, Bajamar, Betancuria y Breñas. Este último encontró el final de su vida marinera el 6 de agosto de 1942, en los días azarosos de la Segunda Guerra Mundial, fecha en la que fue torpedeado y hundido por un submarino alemán al Este de Trinidad.

En 1966, cuando entraron en servicio los nuevos «ferries» Black Watch y Black Prince, Fred. Olsen incluyó el puerto de Santa Cruz de La Palma en el itinerario de la línea Tilbury-Funchal-Lanzarote-Las Palmas-Tenerife. Fred Olsen sr., que entonces visitó la Isla, manifestó a la prensa su firme creencia en el futuro de La Palma, tanto en su aspecto agrícola como turístico. La citada línea se reforzó a partir de 1971 con el «ferry» Blenheim, de bandera británica, que era una repetición del proyecto de los Black´s.

Las autoridades de La Palma, sin desmayar en su vieja aspiración de un futuro enlace marítimo con el puerto de Garachico, venían reclamando desde hacía tiempo la posibilidad de una extensión de la línea de La Gomera con La Palma y Los Cristianos. En diversas ocasiones, tanto en público como en privado, los representantes del Cabildo palmero habían expresado su deseo de mejorar las comunicaciones marítimas y para ello plantearon la posibilidad de que lo hiciera Fred. Olsen.

A mediados de 1995, Fred. Olsen, inmerso en el desarrollo de su plan estratégico, solicitó autorización a la Dirección General de Transportes del Gobierno de Canarias para extender la línea La Gomera-Los Cristianos a La Palma, en un servicio nocturno. La línea incluía una escala en La Gomera tanto en el viaje de ida como en el de vuelta.

El 30 de octubre del citado año, el «ferry» Benchijigua -capitán, Servando Peraza- inauguró la línea Los Cristianos-La Palma, vía La Gomera, en los términos autorizados. Este nuevo servicio supuso un gran esfuerzo por parte de las tripulaciones, por lo que fue necesario reforzar cada uno de los departamentos operativos, ya que el buque estaba navegando las 24 horas del día.

En el plazo de pocos meses, a pesar de lo intempestiva que al principio pudo parecer la hora del viaje -salía de La Palma a las dos de la madrugada-, las previsiones más optimistas se vieron ampliamente desbordadas y, al igual que ocurriera con la línea Tenerife-Agaete, el perfil correspondía al pasajero que se desplaza en fin de semana con su coche en régimen de equipaje y el tráfico carguero el resto de la semana, con el aliciente de que el cargador o el transportista puede ir y volver en el día.

Sin embargo, y con la finalidad de optimizar los recursos disponibles, Fred. Olsen reorganizó la línea con La Palma y a partir del 1 de julio de 1997 se inició una nueva etapa a cargo del «ferry» Bañaderos -capitán, Adolfo Díaz de Durana-, lo que permitió que el «ferry» Benchijigua atendiera en exclusividad la línea La Gomera-Los Cristianos.

El itinerario se iniciaba en la capital de la provincia tinerfeña y, costeando el Sur de la Isla, hacía escala en Los Cristianos y continuaba luego a La Palma, regresando de nuevo a Santa Cruz de Tenerife en viaje nocturno, desde donde continuaba a Agaete a primera hora de la mañana del día siguiente.

Este itinerario, que gozó de una excelente acogida por parte del público, se mantuvo operativo hasta el 19 de abril de 1999, fecha en la que el «ferry» Bañaderos inauguró la nueva línea diurna Los Cristianos-El Hierro y por la tarde partió de Los Cristianos en viaje a La Palma.

El ferry "Barlovento" sale del puerto de Santa Cruz de La Palma

En enero de 2000, con la incorporación del nuevo «fast ferry» Benchijigua Express, se reordenaron los servicios y el «ferry» Bañaderos se rebautizó Barlovento, ostentando así el nombre del municipio del norte de La Palma.

Con motivo de la varada anual de este buque, Fred. Olsen decidió que lo sustituyera, con carácter experimental, el «fast ferry» Benchijigua Express, incorporándose a la citada línea el 5 de febrero de 2003. El impacto que causó en la opinión pública fue muy importante y la clase política y empresarial palmera reclamó la necesidad de que el servicio estuviera atendido por una embarcación de alta velocidad, como así ocurrió a partir del 1 de abril de 2003, cuando el citado «fast ferry» se incorporó oficialmente a la línea Tenerife-La Palma, pasando el «ferry» Barlovento a cubrir las líneas Tenerife-El Hierro y Tenerife-La Gomera, respectivamente, haciendo en esta última el último viaje de cada día y el primero de la mañana.

Posteriormente se reestructuró la línea de La Palma con varios viajes semanales del «ferry» Barlovento, hasta el pasado 28 de marzo, Viernes Santo, en que hizo su última escala en el puerto palmero. En aquella ocasión vino al mando del capitán Francisco Noguerol Cajén, un palmero de adopción, que también hizo su último viaje como tal, pues unos días después tomó posesión de su plaza de práctico del puerto de Santa Cruz de La Palma.

«Benchijigua Express»
Si bien es verdad que cada etapa emprendida por Fred. Olsen ha constituido un desafío, sin embargo no es menos cierto que la actual, con la puesta en servicio del nuevo «fast ferry» Benchijigua Express, el trimarán más grande del mundo, constituye un reto sin precedentes. Una apuesta de alto nivel que sitúa a Canarias, en general, y a La Palma y La Gomera, en particular, en un puesto privilegiado en las comunicaciones marítimas del siglo XXI.

El pasado 2 de mayo, el nuevo Benchijigua Express hizo su primer viaje a La Palma. Había una notable expectación ante la llegada del impresionante buque, como bien se reflejó en los cientos de personas que ocuparon posiciones de privilegio para no perderse detalle alguno de la arribada. Al mando del comodoro Servando Peraza, y después de una agradable travesía de Los Cristianos a La Gomera de 40 minutos y de La Gomera a La Palma, de una hora y 40 minutos, atracó en el trozo de muelle provisional asignado, donde realizó operaciones en un tiempo récord, recuperando en el viaje de vuelta el retraso acumulado, lo que nos da una idea de la capacidad técnica y operativa del nuevo buque.

Vista de proa del "fast ferry" "Benchijigua Express"

El nuevo Benchijigua Express es la construcción número 260 de los astilleros Austal Ships, con sede en Fremantle (Australia). El contrato se firmó en junio de 2003 y el 25 de septiembre de 2004 se puso a flote, celebrándose el 5 de noviembre la ceremonia de su bautizo, en la que actuó de madrina la señora Juana Hernández, esposa del director general de Fred. Olsen, Guillermo van de Waal.

A continuación se inició el largo calendario de pruebas de todo tipo que, por tratarse de un buque único en su clase, se prolongaron en el tiempo sobre las previsiones iniciales, de modo que la fecha inicial de su llegada a Canarias, prevista para diciembre de 2004, se alargó hasta el 28 de abril de 2005, día en el que arribó a Santa Cruz de Tenerife, después de un largo viaje de 9.250 millas.

El pasado 13 de abril zarpó de Fremantle, una día después de su entrega oficial. El día 22 arribó a Ciudad del Cabo, primera etapa de su largo viaje, en el que ya había recorrido 4.800 millas. Hasta Tenerife quedaban otras 4.450 millas, haciéndolo en algunos tramos con mal tiempo y la compañía de dos polizones de color que lograron subir a bordo en Sudáfrica.

El «fast ferry» Benchijigua Express es un buque de 8.973 toneladas brutas, 2.427 netas y 1.076 de peso muerto y son sus principales dimensiones 126,65 metros de eslora total -116,85 entre perpendiculares-, 30,40 de manga, 8,20 de puntal y 3,98 de calado máximo. Tiene capacidad para 1.291 pasajeros, de ellos 1.174 en clase turista y 117 en clase oro, situada en un salón superior. El impresionante garaje, que da una idea de la manga del buque, puede llevar 341 coches ó 123 coches y 450 metros lineales de carga rodada.

El equipo propulsor está formado por cuatro motores MTU modelo 20V8000, alojados en el casco central y capaces de desarrollar una potencia de 32.800 kw (44.600 caballos), que accionan cuatro «water jet» (bombas de agua) y le permiten alcanzar una velocidad de crucero de 40 nudos, con un consumo de 6.000 kilos de combustible por hora. Al tratarse de un buque distinto a los catamaranes, la maniobra de entrada y salida de puerto requiere de un procedimiento diferente, siendo preciso moderar la velocidad a seis nudos para posibilitar la acción de dos hélices azimutales situadas a proa.

"Benchijigua Express": un buque majestuoso e imponente

Estas características, y otras muchas de carácter tecnológico que harían prolijo el relato, convierten al nuevo Benchijigua Express en el «fast ferry» más espectacular del mundo, lo cual sitúa a Fred. Olsen en un puesto de honor a nivel internacional, teniendo en cuenta, asimismo, que toda la flota de esta compañía está formada exclusivamente por buques de alta velocidad.

En el interior del Benchijigua Express hay que destacar los espacios abiertos, la luminosidad y la decoración, continuista, en cierto modo, de la aplicada en los catamaranes. Pero, al tratarse de un barco más grande, la sensación de amplitud también es mucho mayor y, además, a popa tiene una terraza para que el pasajero pueda contemplar cómodamente el paisaje marítimo y la estela que va dejando en su navegación. Otro dato significativo lo indica el hecho de que se trata del buque de más eslora de toda la flota de Fred. Olsen en Canarias a lo largo de sus tres décadas de historia. Y también el más caro: 50 millones de euros, una cifra muy respetable.

En 1999 Fred. Olsen marcó un hito en las comunicaciones marítimas interinsulares cuando incorporó el primer «fast ferry» de su flota, bautizado con el nombre de Bonanza Express, a la línea entre Santa Cruz de Tenerife y Agaete, a la que en ese mismo año se sumó el buque Bentayga Express. En octubre de 2004, este último y su gemelo Benchijigua Express fueron rebautizados Bencomo Express y Bentago Express, respectivamente.

En la actualidad, la compañía opera en cinco líneas marítimas y lidera el mercado interinsular de pasajeros, con más de 2.500.000 usuarios, 400.000 coches, y más de 150.000 vehículos de carga anuales.

El pasado año se cumplió un siglo de la presencia de la familia Olsen en Canarias. En 1904, Thomas Olsen y otros familiares noruegos, en colaboración con algunos socios tinerfeños, entre ellos Álvaro Rodríguez López, creó un imperio agrícola en el Sur de la Gomera. En unión de su pariente Otto Thoresen, Thomas Olsen estableció una línea marítima de vapores fruteros para transportar los plátanos y los tomates producidos de sus propios cultivos en la Lomada de Tecina y Playa de Santiago a los mercados europeos.

La línea se mantendría con el paso de los años y con nuevos buques propulsados por motores diesel. Sería un hijo de Thomas, Fred. Olsen sr. -padre del actual presidente de la compañía- quien lograría consolidar su presencia en los mercados de Inglaterra y el Continente con renombrado prestigio, dotándola siempre de los buques adecuados.

De su interés por Canarias, y especialmente por La Gomera, encontramos un hito, que se convirtió en el punto de partida del desarrollo que conocemos en la actualidad. El 8 de julio de 1974 comenzó sus singladuras el primer Benchijigua, el primero de los buques de Ferry Gomera, un nombre de leyenda en la historia marítima de Canarias. Y de eso hace poco más de treinta años.

Publicado en DIARIO DE AVISOS, 15 de mayo de 2005

Fotos: Juan Carlos Díaz Lorenzo («Barlovento») y Austal Ships («Benchijigua Express»)



En honor de la ciudad marinera de Santa Cruz de La Palma

Juan Carlos Díaz Lorenzo

En la historia marinera de Compañía Trasmediterránea figuran dos barcos gemelos que han llevado el nombre de Ciudad de Santa Cruz de La Palma, haciendo con ello honor a la capital de la Isla. Aquellos eran otros tiempos, cuando la naviera que presidía Federico Esteve estaba claramente comprometida con Canarias, posición que, en la actualidad, está muy distante, si tenemos en cuenta la sucesión de acontecimientos recientes que demuestran, entre otras cosas, la falta de iniciativa y de imaginación que tienen los directivos de la otrora compañía pública con el archipiélago.

En enero de 1981 apareció en la prensa regional la noticia de que la compañía Trasmediterránea había adquirido los dos últimos barcos de pasaje que le quedaban a Ybarra y Cía, que hasta entonces cubrían el servicio entre Barcelona y Génova, uno de los cuales sería destinado al archipiélago canario para reforzar las líneas interinsulares. A comienzos de febrero ya se había materializado la compra de los buques Cabo San Sebastián y Cabo San Jorge, que fueron rebautizados con los nombres de Ciudad de Palma y Ciudad de Santa Cruz de La Palma, respectivamente.

En aquella época, el servicio interinsular de Canarias estaba atendido por los buques Ciudad de La Laguna y Villa de Agaete, que habían sido incorporados en 1975 a la línea Las Palmas-Tenerife. En 1980, con la llegada del primer jet-foil y la construcción de rampas adecuadas en los puertos de las islas menores, los delfines de Trasmediterránea ampliaron sus servicios, relevando así a los veteranos Ciudad de Huesca, Ciudad de Teruel y Ciudad de Burgos -ocasionalmente vino también el Ciudad de Granada-, así como algunos de los santas, de ingrato recuerdo.

El 12 de febrero de 1981, el buque Canguro Cabo San Jorge arribó en su primera escala en el puerto de La Luz. Al día siguiente fue presentado a las autoridades y los medios informativos y en dicho acto, el presidente de la compañía, Federico Esteve, destacó el gran interés de la naviera que presidía en conseguir que las aspiraciones del pueblo canario de contar con mejores buques fuesen una realidad palpable.

Esa misa tarde el buque salió despachado para Santa Cruz de Tenerife, a donde arribó tres horas después, repitiéndose un acto similar ante las autoridades y medios informativos tinerfeños. A medianoche inició su primer viaje comercial rumbo al puerto de la capital palmera, al que arribó en la mañana del 14 de febrero, repitiéndose los actos protocolarios de su presentación oficial, recibiendo, unos días después, el nombre de Ciudad de Santa Cruz de La Palma., ya que reunía mejores condiciones para el servicio interinsular, pues contaba con una mayor capacidad de cámara y tenía una decoración más atractiva para la realización de cruceros cortos. El día 21 del citado mes, el primer Ciudad de Santa Cruz de La Palma zarpó del puerto de Las Palmas en viaje a Valencia y Barcelona para incorporarse al sector de Baleares.

En febrero de 1982, la dirección de la compañía determinó la sustitución de este buque por su gemelo Ciudad de Palma. Realizada la sustitución del primer Ciudad de Santa Cruz de La Palma por su gemelo Ciudad de Palma que, a partir de entonces, pasó a ostentar el nombre de la capital palmera, el citado buque se incorporó de inmediato a las líneas interinsulares canarias y también realizó varios cruceros, con una gran aceptación por parte del público debido a sus atractivos itinerarios, lo que permitió augurar unas interesantes perspectivas hasta entonces inéditas a bordo de un buque de bandera nacional en aguas de Canarias.

Sin embargo, la explotación del Ciudad de Santa Cruz de La Palma arrojó cuantiosas pérdidas, que en el ejercicio de 1982 se cifraron en 400 millones de pesetas, por lo que la compañía Trasmediterránea optó por destinar el buque a la línea Málaga-Melilla-Almería, considerada más rentable, todo ello en medio de una agria polémica regional, oportunamente recogida en los medios de comunicación.

Expocantour 92

A finales de 1991, la Viceconsejería de Cultura y Deportes del Gobierno de Canarias elaboró un proyecto denominado Expocantour 92, a partir de una idea de Leopoldo Mansito, consistente en organizar durante los seis meses de la Exposición Universal de Sevilla -del 18 de abril al 10 de octubre- una serie de viajes semanales desde Canarias a la EXPO 92 a precios asequibles, permitiendo con ello la posibilidad de que amplias capas sociales de las islas tuvieran la oportunidad de disfrutar de un acontecimiento histórico.

Desde el principio se tuvo claro que el transporte marítimo era el medio ideal. El barco no sólo serviría para el traslado, sino que, además, actuaría como hotel flotante en Sevilla, evitando con ello que los pasajeros tuvieran que abonar elevados precios por el alojamiento en hoteles de la capital hispalense.

Trasmediterránea acogió la idea con simpatía y propuso destinar al proyecto un barco tipo canguro, que posteriormente sería sustituido por el ferry Manuel Soto. Sin embargo, la venta de este buque a una compañía italiana obligó a buscar una alternativa, negociando con el armador británico Cenargo el arriendo del buque Rozel, que estaba siendo remozado. En apariencia, este barco reunía todas las condiciones adecuadas para el proyecto que se proponía Expocantour 92, según los técnicos de Trasmediterránea.

Ciudad de Santa Cruz de La Palma II

El buque "Ciudad de Santa Cruz de La Palma", en el verano de 1992

Sin embargo y después de una inspección del citado buque por el director del proyecto, se consideró que no era el adecuado para la idea de Expocantour 92, ya que, entre otras limitaciones, no disponía de aseos individuales, sino colectivos, lo que obligó a improvisar una solución de emergencia retirando el ferry Ciudad de Santa Cruz de La Palma de la línea Málaga-Melilla-Almería, en la que fue sustituido por el citado Rozel, tras la autorización de la Dirección General de la Marina Mercante y un acuerdo con los sindicatos españoles para permitir, excepcionalmente, la actividad de un buque extranjero en una ruta de interés nacional.

Expocantour 92 nació como un proyecto inspirado en la solidaridad regional para contribuir, de una parte a estrechar los vínculos entre los canarios de las siete islas y, de otra, a favorecer la visita de los canarios a la EXPO en condiciones económicas ventajosas. Cuatro Consejerías -Sanidad y Asuntos Sociales, Educación, Cultura y Deportes; Industria, Comercio y Consumo y Turismo y Transportes- y el especial interés del presidente del Gobierno, presidido entonces por Jerónimo Saavedra, compartieron el patrocinio de la iniciativa. Sanidad y Asuntos Sociales hizo pública una oferta dirigida a la Tercera Edad para subvencionar los viajes de los jubilados con pensiones bajas y con ese tratamiento viajaron a bordo del Ciudad de Santa Cruz de La Palma más de 1.500 personas mayores de 65 años.

Educación promovió bolsas de viaje para estudiantes, convirtiéndose Expocantour 92 en el medio de transporte elegido por más de dos mil alumnos de centros docentes de Canarias. También viajaron 325 niños y jóvenes de Casas de Acogida, que visitaron la EXPO en virtud de un acuerdo de colaboración con la Dirección General de Protección del Menor. Otro acuerdo con las coordinadoras provinciales de Educación Especial permitió el traslado a Sevilla de 250 disminuidos físicos y psíquicos.

Expocantour 92 fue, además, el transportista de los 300 representantes del Carnaval que participaron en el Día de Canarias en la EXPO. Grupos de jóvenes de escuelas profesionales, colectivos de trabajadores de empresas públicas y privadas o ganadores de sorteos realizados por firmas comerciales, contribuyeron también a incrementar la ocupación total, que se situó al final de la campaña en 11.532 pasajeros en 25 viajes.

Un acuerdo suscrito con la compañía Binter Canarias permitió a los residentes en las islas menores la ventaja de trasladarse gratuitamente a Tenerife o Gran Canaria para tomar el barco. Asimismo, las dos Cajas de Ahorros de Canarias crearon una línea de crédito blando para que quienes lo desearan pudieran pagar el viaje en cómodos plazos.

El ferry Ciudad de Santa Cruz de La Palma -capitanes, Pedro Berenguer y Francisco Font- también acogió en sus distintas dependencias exposiciones de pintura, escultura y fotografía, así como una muestra de artesanía y de libros de Canarias. En cada uno de los cruceros viajaron orquestas para amenizar las fiestas nocturnas, grupos de teatro y grupos folklóricos. A bordo, un grupo de animadores socio-culturales se encargaba de mantener entretenidos a los pasajeros.

Serie ’canguro’

Por su versatilidad, capacidad y velocidad, el proyecto de los buques de la serie «canguro» se repitió en la construcción, en los astilleros Unión Naval de Levante, de otros cuatro buques más para Compañía Trasmediterránea: Ciudad de BadajozCanguro Cabo San Martín sobre el proyecto-, entregado en febrero de 1979; Ciudad de Sevilla, en junio de 1980; Ciudad de Salamanca, en junio de 1982; y Ciudad de Valencia, en octubre de 1984, siendo destinados, principalmente, a cubrir las líneas interinsulares de Baleares, Barcelona-Baleares y Málaga-Melilla. Todos ellos, además, navegaron en la línea Cádiz-Canarias en sustitución de los buques J.J. Sister, Manuel Soto y, más reciente en el tiempo, del actual Juan J. Sister.

La construcción del primer canguro fue contratada por Ybarra y Cía. con los astilleros de Unión Naval de Levante el 19 de diciembre de 1968. Después del acopio de material, en 1970 se puso en grada -construcción número 122- y el 4 de septiembre de 1971 se botó al agua con el nombre de Canguro Cabo San Sebastián, en ceremonia que amadrinó la señora Laura Torchiani, en un acto altamente significativo debido a la experiencia adquirida desde el inicio de la colaboración hispano-italiana por la Compañía Canguro-Iberia, propietaria del 50 % del capital social y en igual cuantía Ybarra y Cía., cuya contraseña llevaba el nuevo buque.

Los medios informativos destacaron el acontecimiento y, de ese modo, el nuevo Canguro Cabo San Sebastián nació a la vida marinera bajo pabellón español, marcando un hito en la historia de la Marina Mercante nacional y en la del propio astillero, que ratificaba así su especialización en la construcción de buques de pasaje.

El 23 de septiembre de 1972, después de realizar las pruebas de mar -en las que alcanzó una velocidad de 23,5 nudos- se hizo entrega del nuevo buque a sus armadores en el puerto de Valencia, firmando el acta, en representación de la naviera, su presidente, Luis de Ybarra. El coste final ascendió a 900 millones de pesetas.

El 2 de octubre siguiente hizo su primer viaje en la línea Barcelona-Palma y a finales de mes realizó el primer trayecto entre Barcelona y Génova, siendo reforzado en 1976 con la puesta en servicio del buque Canguro Cabo San Jorge, segundo de la serie. Ybarra y Cía. había contratado la construcción de este buque en los astilleros de la Unión Naval de Levante y, puesto en grada en 1974 con el número de quilla 131, se botó el 24 de julio de 1975. El 10 de junio de 1976 realizó las pruebas de mar y ese mismo día fue entregado a sus armadores, siendo adscrito a la línea Barcelona-Génova.

"Canguro Cabo San Jorge", en tiempos de Ybarra

Buques de elegante estampa marinera, eran unidades -lo siguen siendo- de 7.393 toneladas de registro bruto y 2.824 de peso muerto, siendo sus principales dimensiones 137,90 metros de eslora total, 20,55 de puntal y 5,58 de calado máximo. Hasta su inscripción en el Registro de Buques de Canarias pertenecían a la matrícula naval de Sevilla y tenía capacidad para 750 pasajeros en clase única y 540 metros lineales en el garaje. El equipo propulsor estaba formado por cuatro motores MAN , tipo V16V40/54, fabricados bajo licencia en los talleres de la Empresa Nacional Bazán, en Cartagena, de 17.800 caballos y una velocidad de crucero de 20 nudos.

Después de su etapa en Canarias, el buque Ciudad de Santa Cruz de La Palma pasó a cubrir la línea Almería-Málaga-Melilla, en la que permaneció hasta julio de 1998, en que se vendió a la compañía marroquí LIMADET y pasó a enarbolar el pabellón de aquel país con el nombre de Beni Ansar, cubriendo la línea Nador-Almería. En aquella operación, Trasmediterránea, que tenía el 50% de las acciones de LIMADET, se quedó con el buque Ibn Batouta 2, siendo abanderado en España con el nuevo nombre de Ciudad de Tánger. En marzo de 2002 pasó a llamarse Isla de La Gomera, hasta su exportación en mayo de 2004 a una naviera de Croacia, en la que desde entonces navega con el nuevo nombre de Zadar.

En 2000, el buque Beni Ansar lo compró la compañía italiana Linee Lauro S.r.l., con sede en Nápoles, siendo rebautizado Donatella D’ Abundo y adscrito a la línea La Spezia-Nápoles-Túnez. En el verano de 2003 cubrió la línea Séte-Palma de Mallorca, retornando después a su itinerario citado, que en 2004 cambió la escala en Nápoles por Trápani.

Por lo que se refiere al buque Ciudad de Palma, en junio de 2000 pasó a cubrir la línea Almería-Melilla, en la que permaneció hasta junio de 2003, en que inauguró la nueva línea Almería-Ghazaouet. En abril de 2005 se vendió a la compañía Horizon Corporate Ltd., siendo abanderado en Tuvalu con el nuevo nombre de Dalmatino y fletado a continuación por la compañía italiana Enermar para cubrir la línea Chioggia-Split, en la que permanece en la actualidad.

Por lo que se refiere a los cuatro buques restantes de la serie, el ferry Ciudad de Badajoz se vendió en julio de 2004 a la compañía china Shanghai Inter-Continents, siendo abanderado en Panamá con el nuevo nombre de Princess Rowena. El buque Ciudad de Salamanca cubre la línea Almería-Nador; su gemelo Ciudad de Sevilla la línea Málaga-Melilla y el último de la serie, Ciudad de Valencia, permanece en el circuito de Baleares.

 

Publicado en DIARIO DE AVISOS, 25 de septiembre de 2005